Llevamos tres meses asistiendo a un sainete entre bochornoso y lamentable para que dos partidos políticos, cuya única misión parece ser llevarnos a una decadencia irrecuperable, eso sí por medio de falsas promesas de repúblicas y vidas mejores, se pongan de acuerdo en cómo fer la independència. Porque desde hace años ya solamente llevan en su programa político esa ansiada y, a la vez, irreal independencia, que si pudiera hacerse efectiva sería algo parecido a un drama, más que a una ilusión.
El sainete protagonizado por ERC y Junts, que cada vez tiene menos espectadores, ha sido lamentable. En estos tiempos, ya no solo de la crisis económica que llevamos arrastrando gracias al procés, sino de pandemia, con lo que añadimos además una crisis sanitaria, ¿los catalanes hemos de aguantar toda esta farsa? Y, además, con un protagonista, el prófugo Puigdemont que ya no sabe que hacer para que nadie le olvide, pero sobre todo para pagar su huida de la justicia, que eso sale siempre muy caro. El chiringuito para la financiación del golpista Puigdemont, llamado el Consell per la República, que de pronto te saca la caja de solidaridad para que los ingenuos separatistas le financien o te vende un DNI catalán de juguete, ha sido uno de los elementos en discordia bloqueando la investidura de Aragonès porque Puigdemont no quiere perder su espacio en el palco de la Generalitat.
Al final parece que habrá baile, que las parejas se han puesto de acuerdo en el reparto de sillones y de prebendas. Ahora volverán a tomar la hoja de ruta, que es más parecida a un laberinto sin salida. Volveremos a escuchar esos discursos mesiánicos del cumplimiento del mandato democrático y demás. Volverán a retomar la construcción de la república desde el punto que salga, supongo que por sorteo. Volverán al ho tornarem a fer. Volverá la CUP a ponerse en marcha y realizar sus performances. Volverán a estafarnos siempre por el bien de la república. Volveremos a… la pesadilla que llevamos viviendo desde hace muchos años ya. Volveremos a recuperar el malsueño del procés. Eso sí, pagado por todos.
Mientras la realidad catalana es un desastre. En Cataluña cada día se vive peor. El infierno impositivo catalán no conoce igual. La vida es excesivamente cara, puesto que pagar los chiringuitos independentistas es sumamente costoso. Las empresas huyen. Las personas, también. La pandemia ha sido pésimamente gestionada, aunque nadie se ha quejado, parecía que todas las miradas estaban en Madrid y nadie ha recordado esos recortes sanitarios que hizo Artur Mas, anteponiendo independencia a salud, que parece que deben ser bastante responsables de la crisis sanitaria que vivimos. Además del desastre económico al que nos han llevado, las libertades brillan por su ausencia pretendiendo crear una realidad monolingüe, una nueva historia, una nueva cultura, subvencionada con nuestros impuestos y el del resto de españoles.
Con esta realidad desastrosa, además hemos tenido que aguantar tres meses para ponerse de acuerdo en cómo seguir cobrando por no hacer nada. Estos políticos mediocres, incompetentes e irresponsables, aclamados solamente por su adhesión independentista, su fidelidad a fer la república, nos van a seguir llevando al hundimiento. Pero los catalanes votamos y parece que a una buena parte les apetece seguir yendo a la deriva. ¿No tendremos síndrome de Estocolmo? Aquí puede pasar de todo porque desgraciadamente ya estamos acostumbrados a que nos tomen el pelo, a que nadie nos gobierne y los que están en el Govern se dediquen a jugar a ser políticos como si el dinero de todos fuera el del monopoly. En breve empezaremos otra legislatura de farsa y estafa, otra tomadura de pelo, otro camino hacia el desastre.
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