Hace unas semanas un comando de radicales separatistas y antisistema, con la excusa de ‘solidarizarse’ con Pablo Hasél, intentó tomar y arrasó la comisaría de los Mossos d’Esquadra en la localidad barcelonesa de Vic, amedrentando a los agentes y ciudadanos que estaban en su interior. Nos imaginamos lo que debían pensar los agentes que fueron asediados en la comisaría mientras estaban parapetados bajo las mesas, mientras el resto de policías habían salido de las instalaciones policiales para sumarse al operativo contra los violentos que estaban destrozando el centro de la ciudad.
Si a los agentes de los Mossos, por mucho que el separatismo se haya infiltrado en sus filas, les dejaran actuar sin cortapisas contra los vándalos, el problema se solucionaría en un par de semanas. Seguro que era eso lo que pensaban los policías que estaban dentro de la comisaría, asediados. El “si pudiéramos hacer nuestro trabajo, se acababa este infierno que vive Cataluña”, pasó por la mente de muchos de ellos.
Pero los mandos políticos, todos ellos de partidos separatistas, no les dejan, porque los que pegan y queman son sus “cachorros”, a los que alimentan con consignas como el ya famoso “apreteu, apreteu” que dijo el entonces presidente de la Generalitat Quim Torra. Por eso los violentos separatistas ya no se conforman con quemar contenedores y destrozar entidades bancarias y van a por los policías, porque se sienten impunes.
De hecho, ser policía autonómico en Cataluña es una profesión de gran riesgo. No solo porque los violentos separatistas y antisistema agreden sin piedad. También porque si los agentes cargan contra ellos en defensa propia y para que no destrocen la ciudad entonces los mandos policiales pueden abrir expedientes por ser demasiado eficaz ‘molestando’ a los chicos de la gasolina amparados por la CUP.
Por supuesto, los violentos no renuncian a destrozar bancos y comercios, ya que más de un centenar de establecimientos han sido arrasados en varios puntos de Cataluña tras las continuas protestas organizadas por la detención del rapero. Estos son síntomas de una sociedad enferma, la catalana, en continua decadencia por culpa del separatismo que controla la Generalitat, la gran mayoría de entes locales y los principales medios de comunicación.
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