La CUP se está convirtiendo en el gran protagonista de la política catalana, a pesar de ser la fuerza con menos diputados en el Parlament. No solo por mantener en el gobierno a la coalición de Junts pel Sí, sino también por sus polémicas: sus ataques al sector turístico, o a la sede del Partido Popular, o su campaña para el 1 de octubre que promete “barrer” a la Monarquía y a otras instituciones.
La CUP ha sabido ponerse en el centro del escenario, pero cuando una información no les gusta, no dudan en amenazar al mensajero. Su última víctima ha sido el diario ABC, por destapar la trama de la izquierda antisistema en Cataluña, lo que supone un ataque a la libertad de expresión y es una actitud impresentable. El caso es que la CUP tiene a menudo más protagonismo que cualquiera de los tres partidos constitucionalistas presentes en la cámara catalana (PP, PSC y Cs).
Y no debería ser así, ni por número de militantes, ni por la cantidad de diputados que tienen ni por su peso político real. Todos los medios hemos pecado de este mal, pero deberíamos darle el peso informativo que merecen, que es mucho menor del que reciben en la actualidad.
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