Nadie dijo nunca que fuera fácil plantar cara, ni al separatismo agarrado como un percebe a la roca de las instituciones catalanas, ni a esa especie de separatismo de los domingos, separatismo con peluca y gabardina, en que ha mutado el PSC de Salvador Illa en el Parlament. No quiero ser ni parecer cruel, pero, ¿para qué decían que querían el voto útil? ¿Para tardar DOS AÑOS en empezar a dar la orden de parar los cortes en la Meridiana y para pastelear en TV3, repartiéndose cargos y prebendas como si no hubiera un mañana y una sufrida ciudadanía ante la que rendir cuentas?
Perdonen que me ría de todos los que confiaron en los cantos de sirena socialistas y han salido trasquilados, escarnecidos y ordeñados. Ya, ya sé que siendo diputada de Ciutadans les voy a parecer poco imparcial, o que respiro por la herida de que el 14F, justo va a hacer un año, muchos de nuestros votantes perdieran momentáneamente la ilusión. Claro, me van a decir: si Anna Grau está en Ciutadans, ¿qué va a hacer, si no es defender a Ciutadans? Vale. Pero, ¿y si lo pensamos al revés? ¿No será que estoy en Ciutadans porque creo que vale la pena defender a Ciutadans? A pesar de mi insultante lozanía, no soy ya doncella ni muchacha. ¿Ustedes creen que a estas alturas me iba a meter en una harina que de verdad no creyera que sirve para hacer buen pan?
Miren, me he pasado años recomendando libros, en la tele, en la radio y en Youtube. A veces eran libros de amigos míos. Pero nunca recomendé un mal libro porque el autor fuese mi amigo. Más bien ocurría lo contrario, que era mi amigo porque escribía bien, una cualidad que puede ser que hasta sobrevalore. Pero es que yo soy así.
Lo mismo me pasa con la política: es posible que yo sobrevalore cualidades como la decencia, el coraje, la tenacidad, y sí, vamos a decirlo sin complejos, el heroísmo. Que hay que ser un héroe para plantar cara al procés. Y un héroe dos veces para plantar cara a esa siniestra cara B del separatismo que es el PSC, colaborador necesario de muchas de las tropelías que se han perpetrado y se perpetran en Cataluña. Da casi más miedo el PSC porque apela sibilinamente a una parte de la naturaleza humana que, harta de batallar, busca tener la fiesta en paz a cualquier precio. Un poco como lo que pasó con Franco: después de una guerra civil tan larga y atroz, con tanta desgracia y tantos muertos, no eran, no fueron pocos, los que se habrían echado en brazos de lo que fuera, para que aquello acabara de una vez. Que hasta cuarenta años de dictadura les pudieran parecer un mal menor comparados con tres años de intensa matanza.
Hala. Qué exagerada la Grau. Y sí, admito que comparar la Cataluña procesista con la franquista tiene algo de provocador y de chocante. Pero no más que llamar nazi, franquista, anticatalán y ñordo a cualquiera que ose, no ya llevar la contraria a los señores procesistas, sino simplemente discutirles que el cortijo es suyo. Que pueden hacer lo que quieran sin dar explicaciones ni a su madre.
Este jueves 10 de febrero fue un día casi feliz a la hora de comer, cuando se supo que POR FIN alguien había dado la orden de empezar a poner en marcha la maquinaria administrativa de parar los cortes en la Meridiana. Debo reconocer que cierto cosquilleo de orgullo sentí al leer que en semejante decisión había influido la decisión de algunos, servidora entre ellos, de ir todos los martes a compartir el BASTA YA de los vecinos, sus modestas pero épicas caceroladas de protesta contra el mayor aparato de propaganda que aquí se ha conocido desde el NODO (con permiso del Polònia). Ves, estas cositas son las que te devuelven la fe, las que te animan a no dejar de atizar nunca la llama. Era tan “fácil” como ir todos los días a protestar. Como no fallar nunca, como no cansarse porque al segundo o al tercer martes ya no hubiera foco mediático. La verdad, señores, es la que es aunque no salga por la tele. Y se lo dice una periodista.
Pero, como esto es una constante montaña rusa, el mismo día que tuvimos la alegría de ver que les empezaba a dar vergüenza lo de la Meridiana, y que por fin se comprometían a parar el martirio de comerciantes y vecinos… pues ese mismo día, por la tarde, PSC, ERC y Junts hicieron obscena ostentación en el Parlament de su ignominioso acuerdo para repartirse a pachas los altos cargos de la Sindicatura de Comptes, del CAC, de TV3… etc.
Admito que es fácil desanimarse cuando ves hacer estas barbaridades, cuando ves además a quién le dan esos cargos: al biógrafo de Puigdemont Xevi Xirgo, sancionado por el mismo CAC que ahora va a presidir; a la señora de Aleix Villatoro, que se suma a la señora de Puigdemont y hasta a la de Jordi Cuixart en la abultada lista de consortes de procesistas puestas a pan y cuchillo por el procés al margen de sus méritos profesionales, o sin importarles demasiado acreditar estos méritos, que de existir bien podrían ir a rentabilizar a otra parte, de tener un mínimo de vergüenza… En fin. Que vas al Parlament y ves esto, ves la cara que se les pone diciendo que esto es “normal” porque lo hace “todo el mundo”, que da igual que la Audiencia Nacional haya entrado a saco en TV3 oliendo la sangre del 3%, que da igual que cada día nos desayunemos con un nuevo escándalo de corrupción y de tráfico de influencias en los medios públicos… en fin, que es fácil pensar que esto va a ser siempre así y que la lucecita del Pardo catalán no se va a apagar nunca.
Pues no, miren. Lo de la Meridiana es un sublime ejemplo de cómo con cuatro cacerolas, dos pancartas, cuarto y mitad de coraje y mucho, mucho amor, se le puede dar la vuelta a la tortilla. Tomemos ejemplo, resuello y valor para seguir protestando, luchando y andando. Su descaro es nuestra fuerza. Su impudor acabará volviéndose contra ellos mismos como un bumerang. Cataluña volverá a ser rica y plena, o por lo menos normal, detrás de esta gente tan ufana y tan soberbia. Por estas. Que son las tuyas, las mías y las nuestras.
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