No es la primera vez que el mundo observa protestas masivas en Cuba. De hecho, y desgraciadamente, quizás tampoco será la última. Aun así debemos recordar que lo escuchado por todos en las noticias sobre el país latinoamericano no son manifestaciones, sino gritos de auxilio, desesperación, rabia e impotencia. Auxilio por los ciudadanos que no tienen acceso a los derechos más inherentes a la persona humana y atentan contra su dignidad. Desesperación por aquellos que buscan en otros países aquello que su propia tierra no es capaz de ofrecerles. Rabia por la deriva gubernamental hacia el despotismo, la corrupción y el abuso. Impotencia por la sensación de querer cambiarlo todo y no poder cambiar ni tu propia forma de vida.
Por lo definido, Cuba es el ejemplo por excelencia de una dictadura comunista actual. De hecho, parece obvio definir una “dictadura comunista”, ya que el término comunista incluye, per sé, un régimen dictatorial. En cualquier caso, parece que no todo el mundo está dispuesto a asegurar que un país en el que el capricho de los más poderosos pasa por encima de la vida de los niños es una dictadura. Curiosamente, algunos gobiernos de ideología cercana al comunismo parecen aplaudir con las orejas la conducta del gobierno cubano. Esto, sin lugar a dudas, les convierte en cómplices. Más allá de hacer un análisis sobre la perspectiva internacionalista de lo sucedido en Cuba, vamos a centrarnos más sobre en qué y cómo repercutirán los gritos de socorro de nuestros hermanos latinoamericanos.
En primer lugar, podemos afirmar que Cuba se está despertando. Y por ello, también lo hace el mundo. Lo está haciendo después de años de violaciones sistemáticas de Derecho Humanos por parte de regímenes comunistas. Lo está haciendo después de genocidios hechos y promovidos por el comunismo. Lo está haciendo después de todo el daño que el comunismo ha causado al conjunto de la sociedad mundial. En efecto, aquella teoría desarrollada por amantes de las corruptelas y de los abusos nunca debió llevarse a la práctica, no solo porque destruye la economía de países sino porque supone la supresión tanto de derechos como de la dignidad humana. Lo más escalofriante, sin embargo, es la impunidad con la que actúan a la vez que dejan sus propios ciudadanos abandonados en una sala de un hospital público.
Aun así, no todo es malo. Hay esperanza. En Cuba y en el mundo. Las manifestaciones por todos los países democráticos clamando a favor de los derechos de los ciudadanos cubanos es un maravilloso ejemplo de fraternidad y democracia del que todos deberíamos aprender. Aquellos que vivimos en países que abanderan la democracia, la justicia y la igualdad tenemos la obligación de compartir y expandir nuestros valores al resto del mundo; más aún cuando se trata de países que hasta hace tan poco estaban tan cerca de nosotros. Estas movilizaciones no significan un mero apoyo a Cuba. Significan la lucha contra un despiadado comunismo que nutre a unos pocos y mata al resto. Significan, en definitiva, el despertar de un mundo que pide más derechos y menos privilegios. Y pocos lo verán así.
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