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El Catalán Política

Gonzalo de Oro: «Collboni transmite a muchos ciudadanos que ‘tú no puedes entrar en Barcelona en coche porque eres pobre'»

Entrevista a Gonzalo de Oro, presidente del Grupo Municipal de VOX en Barcelona.

Por Sergio Fidalgo
lunes, 27 de octubre de 2025
en Política
8 mins read
 

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Gonzalo de Oro, presidente del grupo municipal de VOX en el Ayuntamiento de Barcelona, repasa algunos de lo temas más candentes de la política de la capital catalana, desde el turismo a la vivienda pasando por el respeto al castellano o a las tradiciones como el pesebre navideño en la plaza de Sant Jaume.

P: ¿Crees que la política de Collboni está siguiendo la línea de Ada Colau, con una actitud “turismofóbica” que busca expulsar el turismo de la ciudad, precisamente uno de los sectores económicos que ha hecho a Barcelona tan próspera?

R: Los socialistas son capaces de llamar a la revolución por la mañana y por la tarde presentarse en el Círculo Ecuestre a dar un discurso plenamente burgués. Son profesionales del engaño. La realidad es que dicen apoyar a la empresa, al comercio local y al turismo, pero no es así. Lo vemos con la persecución a la restauración, la presión fiscal asfixiante sobre el comercio, la reducción de cruceros, la prohibición de los apartamentos turísticos o el aumento de la tasa turística. Está muy bien exigir a los turistas, pero para exigir primero hay que ofrecer.

Y lo que hoy ofrece Barcelona, por desgracia, es una ciudad insegura: la más insegura de España y la segunda más insegura de Europa. La seguridad es lo principal, porque todo gira en torno a ella. Hay hoteles que recomiendan a sus clientes que sujeten su reloj con una brida para que no se lo roben y estas cosas dan la vuelta al mundo y espantan al más pintado.

La imagen de Barcelona en muchos lugares del mundo —con campañas ridículas auspiciadas por la izquierda como disparar con pistolas de agua a turistas— hace mucho daño. La realidad es que en esto tampoco hay diferencias entre Collboni y Colau. Son lo mismo con distintas formas. Soy miembro de la Comisión de Economía, donde tratamos los asuntos de comercio y turismo entre otras cosas y es para desesperarse. Solo se piensa en poner trabas a todo.

P: Hablando de otros sectores económicos: los dueños de bares y restaurantes llevan tiempo quejándose de persecución por parte del Ayuntamiento, sobre todo con las terrazas y las inspecciones. ¿Es la hostelería tan problemática para Barcelona como para recibir tantas trabas?

R: Estamos en lo mismo. La hostelería es uno de los sectores fundamentales de la ciudad y está estrechamente ligada al turismo. Barcelona ofrece arte y gastronomía, y nuestra propia forma de vida pasa por disfrutar de la calle y del bar. Desde la pandemia, la gente se ha acostumbrado a las terrazas, pero el Ayuntamiento aplica una normativa durísima. Si un restaurador coloca una silla de más porque llega un cliente extra, recibe una sanción desproporcionada.

También se ha obligado a retirar las estufas de butano, lo que dentro de poco volverá a ser un problema, porque el invierno está cerca. Las estufas eléctricas no dan el mismo calor y el coste es mucho mayor, ya que la electricidad está disparada. Con la excusa de salvar el planeta, se perjudica a un sector que genera empleo y riqueza, y se condena a los barceloneses a pasar frío.

La hostelería vive un momento de bonanza, pero vienen de un periodo durísimo tras la pandemia, donde muchos tuvieron que cerrar. Yo lo he vivido en primera persona. Por eso hay que ser comprensivos con todo el que arriesga su dinero y crea empleo: no se puede atacar constantemente a los sectores que mueven la economía de la ciudad.

Foto: VOX

P: En cuanto al respeto a los símbolos, habéis criticado la imagen utilizada para las fiestas de la Mercè y la eliminación del pesebre en la plaza de Sant Jaume. ¿Crees que hay un ataque del Ayuntamiento hacia los católicos de Barcelona?

R: Totalmente. Y eso viene también de la época de Colau. Vivimos en una ciudad que rinde pleitesía constantemente al Islam —facilitando espacios, felicitando el Ramadán, etc.—, pero que es incapaz de felicitar la Navidad. Tenemos un alcalde que dice “felices fiestas” por no decir “feliz Navidad”. Puede parecer algo sin importancia, pero está negando constantemente el origen y la tradición cristiana no solo de Barcelona, sino de toda España y toda Europa.

La mayoría de nuestros barrios tienen nombres de santos: Sant Martí, Sant Andreu, Sants… Es absurdo negar nuestro origen. Un alcalde puede creer o no, pero debe ser respetuoso con su propia cultura y sus vecinos. Si una sociedad pierde sus orígenes, lo pierde todo y él es el alcalde de Barcelona, no el de Tánger. Collboni ha hecho lo que ni siquiera Colau se atrevió: eliminar el belén de la plaza de Sant Jaume. Y en las fiestas de la Mercè hemos visto cómo se caricaturizó la figura de la Virgen. Me parece de mal gusto y una falta de respeto. Insisto, lo primero que debe tener un alcalde es respeto.

P: En este mismo edificio, el Ayuntamiento ha despedido a trabajadores por motivos lingüísticos. ¿Cómo definirías la política lingüística de Collboni, tanto con sus empleados como con los ciudadanos?

R: Muy preocupante. Estamos ante una auténtica persecución del español y de los hispanohablantes. Hay que recordar que cerca del 70% de los barceloneses usamos el español como lengua habitual, sin que eso signifique renunciar al catalán. Somos bilingües, pero la mayoría piensa, trabaja y se comunica en español. No es normal que para la mayoría de los grupos del ayuntamiento hablar en español sea una anomalía que hay que corregir. Un político no está para cambiar a sus votantes, sino para darles servicio.

El Ayuntamiento debería esforzarse por tratar por igual a catalanohablantes y castellanohablantes. Sin embargo, todas las comunicaciones oficiales son solo en catalán. Nosotros propusimos un censo lingüístico para que cada ciudadano pudiera elegir el idioma de comunicación, pero lo rechazaron. Aquí hay una obsesión por borrar el español de las calles, cuando es la lengua mayoritaria. Y lo más llamativo es que en algunos barrios el gobierno municipal usa el árabe o el urdu en los carteles, pero no el español. Lo primero que me chocó al llegar al Ayuntamiento fue lo alejada que está la institución de la realidad de la calle. En el pleno, solo Vox interviene habitualmente en español, aunque también usemos el catalán. En la calle, la convivencia entre las dos lenguas es normal, pero dentro del Ayuntamiento parece prohibida. Recientemente, además, el alcalde se ha adherido al Pacto Nacional por la Lengua, con el apoyo de la mayoría de grupos, lo que confirma esta deriva preocupante.

P: Pasemos al tema de movilidad. Barcelona implantó las zonas de bajas emisiones, aunque con problemas legales. ¿Las veis necesarias o ideológicas?

R: Todo en este Ayuntamiento se hace por ideología. Y eso es un error. La política municipal debería ser la más cercana al ciudadano y la menos ideológica. Aquí se reconoce que muchas cosas no funcionan, pero se insiste por motivos ideológicos. La movilidad es un claro ejemplo. Vox está también solo en este tema: todos los demás partidos siguen el modelo de Colau, que Collboni mantiene. No tiene sentido que en la Diagonal —la calle más ancha de Barcelona— solo haya un carril por sentido en algunos trozos. O que existan carriles bici en prácticamente todas las calles, incluso en vías donde casi nadie pasa.

Las zonas de bajas emisiones perjudican sobre todo a quienes menos tienen. Si no puedes entrar en Barcelona porque tu coche es antiguo, te están diciendo que no puedes entrar porque eres pobre. La izquierda castiga a la clase trabajadora. Por supuesto que el mundo debe ser más limpio y verde, pero no a costa de maltratar a los vecinos. Lo que hay que hacer es exigir que los grandes países contaminantes, como China, reduzcan su impacto, no castigar a los currantes que necesitan su vehículo para trabajar.

P: Para eliminar el transporte privado es necesario que el público funcione a la perfección. ¿Funciona como un reloj en Barcelona?

R: La red de autobuses funciona razonablemente bien, pero el metro está saturado y es muy muy inseguro. Hay muchos robos y atracos. Hemos propuesto patrullas de la Guardia Urbana en el metro, pero el gobierno municipal las ha rechazado. Además, el metro no llega a todas partes. La línea 9 acumula casi 30 años de retraso: se presupuestaron 2.500 millones y ya va por casi 20.000, sin estar terminada. Y Renfe es un desastre. Si quieres que la gente deje el coche, debes ofrecer un transporte público puntual y fiable. No puedes decirle a un trabajador que normalice llegar tarde por culpa del tren. Su jefe no le va a aceptar esa excusa cada día. La movilidad no puede basarse en buenas intenciones, sino en la eficacia.

P: Hablemos del espacio público. ¿Barcelona es una ciudad limpia?

R: No, es una ciudad muy sucia, con plagas de ratas y cucarachas en varias zonas. Venimos de políticas de dejadez y distracción, centradas en debates superficiales mientras se descuida lo esencial. Por ejemplo, en el parque de la Ciutadella viven numerosos inmigrantes ilegales en condiciones infrahumanas, rodeados de ratas. Es inhumano. Quien defiende ese modelo demuestra una gran hipocresía. Muchas calles no se riegan nunca, y nadie explica por qué. Es agua no potable, destinada precisamente a la limpieza. La suciedad es lo primero que perciben muchos visitantes cuando llegan a la ciudad.

P: ¿La normativa de civismo se aplica correctamente?

R: En absoluto. El 97% de las multas por incivismo no se cobran. Entiendo que muchas de esas personas son insolventes, pero entonces deben establecerse alternativas: trabajos comunitarios o medidas de reeducación. La nueva normativa que se está redactando va en la dirección contraria, siendo aún más permisiva. Es un grave error.

P: ¿Y el estado de los parques?

R: Igual de preocupante, la mayoría se encuentran abandonados. Se ha usado la sequía como excusa, y es cierto que ha sido dura, pero ahora que hay agua muchos parques siguen sin regarse.

P: Los sondeos apuntan a que Vox mantendría o incluso aumentaría su representación en el Ayuntamiento. ¿Estáis satisfechos con vuestro trabajo?

R: Sí. Estamos satisfechos porque hemos puesto sobre la mesa problemas que antes nadie se atrevía a tocar por miedo o complejos. Es verdad que estamos solos, pero eso nos confirma que estamos en el lado correcto.
Se nos aplica un “cordón sanitario” que todos practican, aunque algunos no lo reconozcan. Hace nada nos presentaron los presupuestos con miles de páginas para revisar en un solo día. Es lamentable su concepción de la democracia. Aun así, muchas de las iniciativas que presentamos —y que se nos rechazan— son después presentadas por otros partidos, lo que demuestra que son buenas propuestas. Este cordón busca perjudicar a los ciudadanos que necesitan esas medidas. Es una muestra preocupante de la falta de calidad democrática.

P: ¿Cómo veis la política de vivienda de Collboni?

R: Es otro desastre. Los precios de alquiler están por las nubes debido a políticas equivocadas que vienen desde los tiempos de Pascual Maragall y que Colau y ahora Collboni han perpetuado. La medida de la reserva del 30% de vivienda social ha sido un fracaso absoluto. Obliga a que toda nueva promoción o gran rehabilitación reserve un 30% para vivienda social. El resultado es que no se construye nada: no se ve una sola grúa en Barcelona, salvo en la Sagrada Familia. De los 8.000 pisos prometidos, solo se han hecho 26. Aun así, Junts, el PSC, los Comunes y ERC insisten en mantener la norma. Es absurdo.

Barcelona necesita liberar suelo y facilitar la construcción, no tratar al promotor como un enemigo. El constructor privado debe ser un aliado para generar vivienda asequible. Ayuntamiento y empresa privada deben ir de la mano; de lo contrario, el problema de la vivienda seguirá agravándose.

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