
Los que afirman que “España es Turquía”, los que se consideran “oprimidos”, son los que cierran ambulatorios en los barrios obreros de las grandes ciudades catalanas, los que permiten que haya niños en barracones escolares, los que no solucionan los problemas de la dependencia.
Son los mismos que por su mala gestión, y su desinterés, en las condiciones en la que estaban las residencias de ancianos han provocado que miles y miles de personas mayores hayan sido víctimas del Covid-19, sin apenas recibir ayuda de la Generalitat.
Estos “oprimidos”, así los define el insigne periodista gerundense Albert Soler, son los que gobiernan la Generalitat y la mayoría de instituciones locales de Cataluña. Y son los que se pasan la vida llorando sobre como les “persiguen”.
Con una izquierda firme, que hubiera dado más importancia al bienestar social que a la construcción de una patria imaginaria al gusto de la burguesía local, el ‘procés’ no hubiera llegado tan lejos.
Si al gobierno autonómico catalán le interesa más los lazos amarillos que los derechos de trabajadores como los de Nissan es porque la izquierda catalana se ha dejado comer el terreno y ha aceptado el terreno de juego que han marcado los secesionistas.
La actuación vergonzosa del Govern en política laboral e industrial se debe a que a ERC y JxCAT solo les ha interesado su monotema, y han dejado que la economía catalana, y los derechos laborales, se deterioraran.
Es necesario que voces como la de Joan Ferran, Joan Coscubiela, Antonio Robles o Lluís Rabell, entre otros muchos, sean cada día más escuchadas para que la defensa de la democracia española sea cada día más fuerte dentro de la izquierda catalana, frente a otras opiniones que solo buscan dinamitar el sistema que ha garantizado más de cuarenta años de paz social y un gran avance de la sociedad catalana, y la del resto de España, en todos los campos.
Lástima que Paco Frutos o Rosa Maria Sardà ya no puedan alzar su voz para denunciar los abusos de los “oprimidos” que malgobiernan Cataluña. Pero otros pueden reivindicar la igualdad de derechos para todos, sin privilegios para los que llevan la ‘estelada’ tatuada en su estructura mental.
Comentario editorial de elCatalán.es
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