Albert Boadella fue uno de los treinta catalanes entrevistados en el libro “Me gusta Catalunya, me gusta España”. Aunque la obra es de finales del 2014, por su claridad y por ser alimento para el espíritu de los catalanes que luchan por la buena convivencia con sus compatriotas del resto de España, la reproducimos íntegra en tres días consecutivos. Si desean adquirir el libro, lo pueden hacer aquí.
Si desean leer la 1ª parte haz click aquí
Si desean leer la 2ª parte haz click aquí
Los medios públicos de la Generalitat han vendido los mensajes nacionalistas, pero tampoco ha habido una movilización fuerte de los contrarios pidiendo el cierre de estos medios, ¿Por qué?
Ciudadanos ha hecho intervenciones en este sentido. Pero es muy difícil estar dentro de una epidemia de esta naturaleza y no salir de una forma u otra contaminado. Yo quizás sea muy radical, pero he hecho una operación higiénica de saneamiento importante a partir del 2006, cuando escribí ‘Adiós Catalunya’ y ya lo presenté fuera del territorio catalán en un barco en alta mar. Decidí que nunca más volvería a hablar con un medio de comunicación catalán, nunca más una obra mía aparecería por Catalunya y no asistiría a un solo acto público ni a una sola reunión en Catalunya. He roto con todo lo catalán como si para mí Catalunya fuera Vietnam. Me he separado radicalmente, y prácticamente ni tengo amigos aquí. Tengo uno o dos que comparten mis ideas y estamos en el mismo juego. Pero son muchos de ellos los que han cortado conmigo, cosa que agradezco en este sentido, así la agenda queda saneada. En los últimos tiempos no me he querido meter en medio de la epidemia por mucho que me lo hayan pedido. No he querido intervenir para nada porque creo que finalmente si tratas con ellos, entras en el juego y acabas contaminado. En el momento que ya discutes con ellos has entrado en la convención. No hay que discutir, es imposible discutir con alguien que pone la fe por delante. Es como discutir con antitaurinos, jamás lo hago. Es inútil. Digo esto porque incluso los propios partidos que pueden no estar de acuerdo con toda esta demencia, como puede ser el PP, en el fondo están contaminados por todas partes. Acaban jugando con sus reglas. Ciutadans quizás menos, porque es más nuevo pero a veces también se escora para intentar algunos consensos. Es natural, están en el Parlamento. Solo una oposición frontal, radical e implacable es la única manera de enfrentarse a ellos.
Entonces todo pasa porque el Estado recupere las competencias en educación, por ejemplo.
Pero no solo en Catalunya, sino en toda España. Sin embargo, lo veo complicado, porque los diversos gobiernos que ha tenido España han estado acomplejados en los temas nacionalistas, y les atenaza el miedo. Y gobernar es precisamente lo contrario. Ser valiente. Hay que saber decir ‘no’ y ‘sí’. Eso ahora es impensable. Nadie se va atrever a tocar un pelo de las prebendas autonómicas.
En Catalunya se celebró, pagado con fondos públicos, un simposio de historiadores titulado ‘España contra Catalunya. ¿Se imagina en Estados Unidos uno similar llamado ‘EE.UU contra Tejas’?
Esto solo sucede en un territorio donde los que llevan las riendas del Estado han perdido la conciencia de lo que es ese Estado. Los norteamericanos ponen su bandera en su chalet sin ningún problema, sean de Tejas o de Pensilvania. En Catalunya se consideraría provocación poner la bandera española, pero también si la pones en un chalet de Burgos igualmente te van a llamar ‘facha’. No pido nacionalismo español, pero sí la conciencia de un Estado común. Y esa conciencia de Estado común ha sido destruida.
¿Pensó que este simposio era una bufonada o un eslabón más en la cadena?
En esta puja constante a la que juega el nacionalismo, a ver quién hace la demostración más disparatada, se ha llegado a un estado de demencia, de farsa. Han entrado en un punto que yo hubiera sido incapaz de imaginarme, y por tanto de poner sobre la escena, cosas parecidas. Hace unos años que la gente hubiera considerado que aquella farsa que yo planteaba en el Ubú no tenía nada que ver con una posible realidad, y por lo tanto era un juego sin mayor transcendencia. La primera versión del Ubú fue en el Lliure en 1981, hay que recordar que Pujol no llevaba ni un año en el poder, y fue una sátira del pujolismo, y del nacionalismo en general. Los que eran antipujolistas aplaudieron y los pujolistas se cabrearon y ahí se acabó todo. Era una Catalunya distinta. Se pensó simplemente que era una fantasía. En 1995 hice lo mismo, colocando dos niños que andaban siempre con unas maletas llenas de dinero, que eran los hijos de Pujol. Y la gente pensaba que me había pasado, porque la corrupción en los hijos… La realidad ha demostrado que en todo aquello que hice me quedé cortísimo. Si hubiera aumentado el volumen hubiera tenido menos interés la obra, porque la gente no hubiera entrado en el juego, hubiera pensado que era ciencia ficción. El teatro siempre debe hacer una cierta contención de la realidad para que sea creíble. Ellos han ido más allá porque no son actores, son personajes reales, y la realidad siempre llega mucho más lejos.
Amplíe, por favor, lo de la ‘puja’.
A lo que estamos asistiendo ahora es a una especie de juego demente, a una puja, a ver quién es capaz de inventarse la perversidad mayor con tal que sea para joder a España. Porque Catalunya, y esto no hay que olvidarlo, por su forma social desde finales del siglo XIX, siempre ha jugado a ser víctima de una opresión y por ello ha desarrollado un gran sentido de la perversidad. Los perdedores tienen este problema. Las formas de relación entre los catalanes son siempre formas muy perversas. Es decir, las cosas nunca funcionan en una línea recta, siempre van dando tumbos de un lado para otro, y lo que se dice nunca es lo que se quiere decir. Es una sociedad muy críptica, no es una sociedad natural, abierta y oxigenada como puede ser la sociedad andaluza. La corrupción en Andalucía es sencilla: «oye, amiguete, qué problema tienes. Yo te voy a ayudar y después nos lo partiremos». Es una sociedad abierta, que se expresa con espontaneidad. En Catalunya la gente no se expresa con naturalidad, se expresa siempre apretando el culo.
¿Qué papel ha jugado el PSC en esta ‘transición nacional’ que lleva casi treinta y cinco años en marcha?
Ha jugado un papel clave, porque el PSC era quien habría podido frenar el delirio nacionalista con sus bases, que eran muchos votos. Podría haber hecho una pedagogía de auténtica solidaridad nacional y hubiera podido enfrentarse a lo que se estaba tramando. Y lo que hizo fue pasarse totalmente al otro lado, haciendo incluso demostraciones más osadas que los propios nacionalistas. La responsabilidad de la izquierda en Catalunya es muy grave, porque no solo han hecho este trasvase, sino han traicionado, tanto el PSC como el PSUC, las esencias de la izquierda. Porque en relación a la derecha en nuestros tiempos hay muy pocas diferencias, no solo en España sino también en el mundo occidental. Prácticamente todos pregonan lo mismo y hacen lo mismo pero puede haber una pequeña distinción exclusivamente en el sentido de la solidaridad. El entendimiento de la solidaridad como algo que no es únicamente favorecer a los de mi pueblo, de mi comarca o de mi región, sino la solidaridad en un sentido internacionalista. Este sería uno de los signos de la izquierda, que además le viene de herencia, de la 1ª, 2ª o 3ª Internacional, de su propia genética de creación. Que unos partidos llamados de izquierdas ataquen directamente el principio de solidaridad tratando de romper un Estado es algo insólito. Ahora los hechos diferenciales ya los dejan de lado porque suenan a racismo. En este momento sus argumentos son que «si pagamos más», «si nos roban», «porque hemos de pagar por los más pobres» y en eso colabora la izquierda catalana. En resumen, es uno de los espectáculos más vergonzosos que han sucedido en este país.
¿Me podría decir el nombre de tres catalanes, de nacimiento o adopción, que usted considere que han plantado cara y que se han ganado su respeto?
Arcadi Espada en primer lugar. Un periodista que ha tenido una actitud valiente y que ha pagado las contrapartidas de su claridad de palabra. Francisco Caja es un hombre que siempre ha estado luchando y ha estado en la brecha heroicamente. Y el propio Rivera, a pesar de su juventud, también ha sido un hombre que desde su tribuna mantiene una actitud que no es fácil tenerla hoy en Catalunya. Debe ser muy duro entrar en el Parlamento rodeado de toda la ‘pestilencia’, como les llama Arcadi. Y estar allí y no salir contaminado, es más difícil todavía.
¿Veremos una Catalunya independiente?
Sí. Es una probabilidad muy factible y si el Estado español no reacciona con inteligencia, valentía y astucia, Catalunya será independiente en relativamente poco tiempo.
En Madrid algunos defienden que una Catalunya independiente sería lo mejor para España. ¿Qué le parece?
El problema es que dejará de ser España. España sin Catalunya será otra cosa, pero no España. Esa es una actitud masoquista de unos cretinos que se alegran de que el vecino se quede con una parte de su jardín. Personalmente los desprecio.
Societat Civil Catalana puso unos puestos en las cercanías del Born para explicar a los turistas la realidad histórica de 1714. ¿Qué le parece?
Me parece bien que alguien luche en esta situación como pueda y como sepa. En este caso, es algo que tiene su ingenio, y además está basado en contar una aproximación a la realidad, tiene la fuerza de la verdad.
Si le parece bien, le diré una serie de nombres e instituciones, y le pido que los defina con una frase o una palabra.
Jordi Pujol.
Lo peor que le ha podido suceder en los últimos trescientos años a Catalunya.
Dagoll Dagom.
Una iniciativa artística que ha sabido jugar bien al amparo del régimen.
Òmnium Cultural.
Es un núcleo de la pestilencia.
Jaume Sobrequés.
Un cuenta cuentos de la historia.
La ANC.
Son simples vasallos de unos estafadores.
Pilar Rahola.
Lo más burdo y grosero dentro de la demagogia más repulsiva.
Albert Rivera.
Un hombre que ha sabido aprovechar las circunstancias y ha mantenido su juventud política con dignidad.
Antonio Robles.
Un catalán dado a la heroicidad, pero vencido de antemano.
José Domingo.
Lo mismo.
Oriol Pujol.
Sigue la idea del feudal que tiene su papá.
Joan Herrera.
La traición a las esencias de la izquierda.
Pasqual Maragall.
La hipocresía.
El Barça.
Un magnífico club deportivo que ha tenido la desgracia de creerse aquello de «es más que un club».
Serafín Marín.
Otro héroe, pero es un héroe triunfante, por la propia heroicidad del torero.
Artur Mas.
Lo más peligroso que puede tener un país, un tonto en el poder.
Mariano Rajoy.
Es el baño maría y la mesa camilla.
José Luis Rodríguez Zapatero.
Junto a Fernando VII, un dirigente de lo peor que ha parido España.
Puedes colaborar con elCatalán.es para que siga con su labor de defender la Cataluña real, la Cataluña que quiere formar parte de una España democrática, participando en la campaña de crowdfunding, aquí tienes los detalles. O comprando el libro ‘La Cataluña que queremos’. Aquí, más información.
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.