Tanto Confucio como Cervantes afirmaron que la humildad es la base para alcanzar cualquiera de las demás virtudes. Ciertamente así lo creo yo; basta constatar que la vida es aprendizaje continuo y uno no aprende nada si su actitud no es lo suficientemente humilde para admitir su ignorancia y aprovechar cualquier oportunidad de disimularla un poco.
No recuerdo quién lo ha dicho, pero me encanta la idea de que la humildad es un estado paradójico del pensamiento, la esencia de la flexibilidad mental, y para alcanzarla hay que tener un ego sano… Tal vez fuera el mismo sabio quien dijo que el mejor modo de mantener la salud mental es vivir con una actitud de gratitud.
Así pues, humildad y gratitud son dos elementos muy importantes para conformar bien la conducta humana. Pero ya conté en uno de mis primeros artículos cómo varía esa conducta cuando el individuo se encuentra en situación de controlarla y cuando se la controla el grupo, la masa.
Cientos de miles de separatistas catalanes son, sin la más mínima duda, humildes y agradecidos en el ámbito de sus vidas particulares (y hasta alguna gente honrada, porque nada es más fácil que engañar a una persona si es honrada), pero cuando se envuelven en la bandera en que se envuelven, cuando nos regalan por enésima vez un sorprendente relato histórico y la fascinante tragedia existencial que tratan de corregir, me es difícil encontrar rasgos de humildad y de gratitud en ninguna parte. No sé si usted podrá; ya me contará, si acaso.
Aunque fuesen ciertas (cosa que discuto educada pero vehementemente) las numerosas humillaciones de su relato, sufridas por Cataluña, cada una con su fecha correspondiente, más que memorizadas ya a estas horas, y la interminable serie de agravios inauditos que las acompañan, etc., es lógico (más en el sentido de racional que en el de comprensible) pensar que no haya en tal relato el más mínimo rastro de gratitud o humildad: es imposible que sea agradecido quien ve agravio en casi todo, que sea humilde quien regurgita humillaciones pasadas.
Se pierde así, la oportunidad de una conducta colectiva meritoria, elevada, digna y noble. Se cae una y otra vez en lo que (desde fuera ¡claro está!) no puede verse más que como rastrero, y créame que –como tantos catalanes- siento profundamente haber de admitirlo.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, tiene admiradores y detractores. Yo nunca le he citado, pero hoy parece que viene a muy cuento recordar que decía que el narcisismo del hombre occidental ha sufrido una triple humillación en su historia. Por una parte sufrió la “humillación cosmológica” que le propinó Copérnico cuando demostró que el planeta Tierra no es el centro del universo.
Por otra, hubo una “humillación biológica” cuando Darwin dijo que desciende del mono. Finalmente, el propio Freud fue el responsable de la “humillación psicológica” porque afirmaba que el hombre no es dueño de sí mismo sino que depende de los impulsos primitivos que le llegan del inconsciente, en particular: el instinto sexual (libido), que se manifiesta en erotismo o en agresividad.
Pues bien, el narcisista catalán, que no ve como pajas (perdón) sino como vigas en sus ojos las humillaciones a que me refería antes, ha salido indemne de las tres humillaciones que nos dice Freud que ha sufrido el hombre occidental: cosmológica, biológica y psicológica. De la cosmológica, porque sigue pensando que el mundo gira alrededor de él, nuestra tierra y sus problemas, pese a la negación del geocentrismo hecha por Copérnico. De la biológica: dijo Perich que “El nacionalismo es creer que el hombre desciende de distintos monos”; por supuesto, para el secesionista hay al menos otro mono más que el de Darwin: el suyo, que es el mejor de todos… (una cosa así de natural, exenta de supremacismo…).
Por último, la psicológica: su libido no tiene manifestación de agresividad dado que el pacifismo impregna de modo natural todas sus pretensiones y actividades, así es que la totalidad de su impulso sexual inconsciente se manifestaría, digo yo, únicamente en erotismo. He estado pensando y creo haber hallado la razón: todo su erotismo, que es mucho, consiste en hacer lo que le sale de los c…
Humildad y gratitud… No entiende el secesionista catalán que se le eche en cara ningún egoísmo, y se lanza inmediatamente a contar lo del déficit fiscal con las cifras que se sabe de memoria, etc. No entro hoy en eso, ¿para qué si está más que desmontado y se lo siguen creyendo?. Sí distinguiré entre egoísmo y egotismo: egoísmo es el amor excesivo a uno mismo mezclado con desatención hacia los demás; egotismo es el vicio de hablar de uno mismo constantemente (manifestar egocentrismo). Uno espera que el egotista tienda a ser egoísta, ¡pero no siempre es así!, se puede hasta ser generoso y egotista a un tiempo.
Pues bien, el secesionista rechazará ser tildado de egoísta, pero no creo que llegue su caradura a tanto como para no admitir su evidente egotismo; y ha de saber que vivir con un egotista cansa mucho, pero mucho, mucho… Cualquier tema que se aborde, ha de ser respondido -de forma refleja- con lo que empieza con una comparación y acaba con una autoalabanza; sé que no lo pueden evitar, pero deberían hacerlo porque agota la paciencia de cualquiera…
Si digo: “¡Mira qué postre!”, me dice “Nosotros, en Cataluña, le ponemos más azúcar”… Si le compro algo a mi hijo, allí es tradición que lo haga el padrino… Si elogio la fachada gótica de la catedral de Burgos, me habla de la muy bonita de otra catedral catalana… Si me alegro porque “¡Hoy es fiesta!”, resulta que los laboriosos de allí trabajan hoy todo el día… Si cuento que “Acabo de llegar de la oficina”, me informa de que allí hoy no han trabajado porque celebraban San Esteban… ¡Lo que se celebra es la diferencia por la mera diferencia!; demasiados “aquís y allís”; matarían por tener una hora más que la peninsular…
Y todo esto sin entrar aún a hablar de política… o habiendo acordado, tácita o explícitamente, no hacerlo. (NOTA: a veces temo que usted me tome por exagerado; pues bien, dos días después de escribir el borrador de esto observo en la prensa que el F.C. Barcelona anuncia sus partidos de pretemporada en “hora catalana”… Es la misma que la hora peninsular española pero ahí dejan eso…; pues eso digo yo: “¡Ahí queda eso!”. ¿Aprovecharán ahora en su beneficio la cuestión europea del cambio horario?).
Humildad y gratitud… Hay filósofos que han tratado el tema. Según Aristóteles, hay que desarrollar la virtud porque es lo que nos da fuerzas ante la debilidad, que es el vicio; y tachó de censurables a quienes se aman a sí mismos sobre todas las cosas. Casi dos mil años después, Hobbes se extendió un poco más y dijo que para evitar enfrentamientos y alcanzar la paz, era necesario poner límites al amor propio (evitar que uno se crea dueño y merecedor de todo lo existente), buscar un método para desarrollar la autoafirmación sin generar destrucción, cumplir los pactos apalabrados, mostrar gratitud por los beneficios recibidos, hacer un esfuerzo por acomodarse al resto de los hombres, perdonar las ofensas, considerar más el futuro que el pasado al ser tentado por la venganza, y no reservarse derecho alguno que no se conceda también a los demás (el Leviatán -el Estado- es una autoridad monstruosa pero nos protege del Behemot, aún más terrible, que es la guerra civil). No consta de Aristóteles ni de Hobbes que fuesen fascistas anticatalanes (aunque… tal vez cualquier día de éstos nos digan “ciertos historiadores” que sí lo eran…).
Preguntaba un amigo a otro: “¿Qué es el ego?”, y le contestó: “¡Ché!, el ego es el argentinito que todos llevamos dentro”… y es que en todas partes cuecen “mongetes” (castellanizado: “munchetas” –habas-).
Por Ángel Mazo
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