Xavier García Albiol lo ha vuelto a hacer. El alcalde de Badalona ha demostrado que, cuando existe voluntad política, el orden y la legalidad pueden prevalecer sobre la degradación. El reciente desalojo del antiguo instituto B9 no es solo un éxito administrativo; es un triunfo moral para unos vecinos hartos de la inseguridad ciudadana provocada por los años de gobierno municipal de la CUP y el PSC, y que Albiol trabaja para erradicar.
Como era de esperar, la maquinaria mediática controlada por el PSC y sus socios separatistas no ha tardado en activarse. Desde los terminales habituales del progresismo oficial, con TV3 a la cabeza, se ha lanzado una campaña de linchamiento contra el alcalde popular. No le perdonan que cumpla sus promesas electorales ni que señale los problemas que ellos prefieren ignorar bajo un manto de falso humanitarismo.
El desalojo del B9 era una demanda clamorosa de los vecinos, hartos de la inseguridad y la insalubridad que generaba la ocupación del recinto. Sin embargo, para la izquierda catalana, proteger el derecho de los ciudadanos a vivir tranquilos es secundario frente a su agenda ideológica. Prefieren atacar al ejecutor de la solución que reconocer el fracaso de sus propias políticas de permisividad.
Resulta paradójico que quienes se llenan la boca hablando de «vivienda digna» hayan permitido que un equipamiento público deteriorado se convirtiera en un foco de conflictividad. El PSC, cómodo en su alianza con el separatismo más radical, parece haber olvidado que su función es servir a la mayoría social. En lugar de eso, se dedican a tutelar relatos mediáticos que intentan criminalizar la gestión de Albiol.
La realidad de Badalona es tozuda y no se deja manipular por los editoriales subvencionados. Los ciudadanos ven en Albiol a un gestor que pisa el barro y que no se achica ante las presiones de los despachos de Barcelona. El linchamiento mediático que sufre el alcalde es, en realidad, la prueba de su éxito; cuanto más chillan sus detractores, más evidente es que ha tocado una fibra sensible.
Desde los sectores del separatismo y el PSC, el ataque a Albiol es también una cuestión de supervivencia política. No soportan que un líder constitucionalista obtenga mayorías absolutas basándose en la eficacia y la seguridad. Para ellos, cualquier medida que restaure el orden es etiquetada automáticamente con los peores calificativos del diccionario progre, tratando de desviar la atención de su propia irrelevancia.
Es necesario denunciar el doble rasero de ciertos medios de comunicación que actúan como correas de transmisión del Gobierno de la Generalitat y del PSC. Mientras callan ante los problemas de ocupación ilegal en otros municipios, ponen la lupa sobre Badalona con una agresividad desmedida. No buscan informar, buscan desgastar políticamente a quien se ha convertido en el referente del centro-derecha en Cataluña.
La política de Albiol es sencilla pero revolucionaria en los tiempos que corren: cumplir la ley y defender al vecino frente al infractor. Este enfoque, que debería ser la norma en cualquier democracia sana, se convierte en un acto de rebeldía frente a un sistema que ha normalizado la ilegalidad. El desalojo del B9 es la confirmación de que hay otra forma de gobernar, alejada del buenismo estéril.
A pesar del ruido y las maniobras de acoso, el alcalde de Badalona mantiene el rumbo. Sabe que cuenta con el apoyo de una mayoría silenciosa que está cansada de ser ignorada por las élites políticas de la izquierda. El linchamiento mediático solo refuerza la figura de un político que ha entendido que la seguridad es el primer derecho social de cualquier ciudadano.
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