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ACALI. La balsa del experimento sobre comportamiento humano

Por José Luis Vergara
sábado, 14 de septiembre de 2019
en Cultura
13 minuto/s de lectura
ACALI. La balsa del experimento sobre comportamiento humano

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A los 50 años de la RA II. Santiago Genovés, los aimara y Thor Heyerdahl

Preparativos Acali

Cozumel, isla al sur de México en la península del Yucatán. El 22 de agosto de 1973, después de 101 días de navegación llegaba la balsa ACALI que había zarpado de Las Palmas el 12 de mayo. El remolcador de altura de la Armada española RA II, la arrastró desde el puerto de Las Palmas hasta el sur de la isla, dejándola al amanecer, en los bordes de la corriente del golfo.

El experimento fue ideado y dirigido por el antropólogo hispano mexicano Santiago Genovés Tarazaga (Orense 1923 – México DF 2013). Reunió para ello una tripulación de 11 personas, seis mujeres y cinco hombres[1] de procedencias y culturas distintas.

Acali, “La casa en el agua” en lengua náhuatl de centro América y México, fue un singular experimento sobre el comportamiento humano. Patrocinado por el Gobierno mexicano contó con importantes aportaciones de científicos de varios países y departamentos de universidades de México, USA, Reino Unido, Francia, así como de España. Santiago Genovés era ya un científico muy conocido por sus investigaciones y había sido el editor, varios años, del Year Book of Physical anthropology lo que le daba relaciones estables con genetistas, antropólogos de diversas ramas, paleontólogos, sociólogos, médicos e investigadores connotados de muchos países.

La balsa de 7 x 11 metros estaba construida en acero, dotada de tres quillas huecas que se inundaban de agua de mar según las necesidades para la flotación y estabilidad. La cubierta de la nave se situaba a poco más de un metro sobre la superficie del mar con lastre, tenía en su parte central una cabina algo elevada y estanca, de aproximadamente 4 x 4 metros, con una única puerta de acceso. Estaba dispuesta para el descanso de los tripulantes y también como su protección en caso de condiciones atmosféricas muy adversas.

Encima una terraza donde poder descansar o reunirse. En su interior a través de una trampa se accedía a una sentina donde se almacenaron los alimentos para la travesía que, en principio, se calculaban entre dos o tres meses. A través de ese espacio se accedía también a las tres quillas y la boca por la que con una bomba manual podían poner o quitar agua de mar, variando el lastre.

La propulsión de la balsa era mediante una única vela trapezoidal para vientos portantes. Fue pintada por el conocido artista mexicano Arnaldo Cohen en Las Palmas, durante la parte final de la preparación de la partida que ocupo un mes y medio en aquella ciudad. El gobierno de la nave se hacía mediante un timón, que a través de un sistema de cabos y poleas accionaba la pala y se manejaba desde una plataforma alzada a la popa para tener visión por sobre la cabina central. Al lado justo de esta plataforma de gobierno se situaba un soporte que sobresalía sobre el agua para, a modo de comuna, facilitar las deposiciones de los navegantes que lo hacían sin ninguna privacidad.

José Luis Vergara con Santiago Genovés (de izquierda a derecha)

También se había dispuesto un tubo metálico compuesto por aros rígidos y cubierto por una red exterior reforzada para permitir el baño por inmersión de los navegantes y al tiempo protegerlos de algún ataque imprevisible de depredadores que durante la travesía hacían acto de presencia. Ello no protegió a la participante y experta submarinista que recibió una fuerte descarga de uno de sus largos filamentos, de hasta 20 metros, de la medusa conocida como “el hombre de guerra portugués” que puede llegar a causar la muerte.

La doctora israelí tenía entre los medicamentos algunos para contrarrestar las erosiones de la piel y estos envenenamientos por contacto de similares y peligrosos animales marinos. En esos momentos del baño siempre algún tripulante estaba vigilante por la aparición de tiburones que en muchas ocasiones eran visitantes curiosos de la balsa, en especial cuando pescaban y se apercibían de movimientos de los peces pescados o cuando eliminaban sobras de la comida.

De todas maneras, esto no significa que ellos vieran continuamente vida animal, los océanos son también los mayores desiertos de la tierra, donde durante muchos días no se percibe señal de vida estable más allá de ocasionales vistas de grandes animales, en ruta a la busca de comida o cambiando de hábitat de forma pautada.

 

Solo un pequeño motor de gasolina les facilitaba la electricidad necesaria para señalizar su posición lumínica por la noche y para las conexiones por radio para dar parte de la situación, establecer contactos con otros navíos para aviso de presencia y sobre todo por si en algún momento precisaban ayuda sanitaria o de otro tipo. No llevaban una nevera por lo que la conservación de los alimentos fue un problema estudiado para su selección y mantenimiento. Recurrieron a antiguas prácticas como las de llevar huevos frescos en un contenedor con una lechada de cal que impedía el acceso de aire exterior, como se sabe hacían los romanos y otros pueblos en desplazamientos marítimos. Cocinaban en pequeños hornillos con butano. La pesca les facilitó, en algunos momentos, alimentación fresca.

Las comunicaciones durante la travesía se hicieron casi siempre por la ayuda impagable de radioaficionados, entre los que destacó el amigo Cabrera en Las Palmas que tenía una de las emisoras más potentes de las islas y gran experiencia. Ello hacía posible en algún caso trasmisiones para tranquilizar a las familias y organizar como hicimos contadas ocasiones contactos con prensa y a través de radios en Barcelona, donde vivía y donde seguíamos distribuyendo alguna noticia sobre el transcurso del experimento y recogiendo lo que se publicaba, sin informar a los navegantes como previamente se había acordado.

Participantes en el Acali

Afrontar una travesía larga con enormes riesgos

Hace casi cincuenta años navegar en una pequeña balsa suponía un enorme peligro, en aquellos momentos no existían ayudas a la navegación como las que brindan los satélites de posicionamiento hoy a cualquier nave de transporte o de recreo, la telefonía no existía y las radios en medio del Atlántico no siempre conseguían las comunicaciones direccionales y solo se conseguían por la ayuda y la red de los radioescuchas de un lado y otro del océano. Aun conseguida la comunicación, establecer posición y rumbo solo era posible hacerlo mediante herramientas tradicionales de cálculo humano, como los sextantes.

En medio del mar su localización era sumamente difícil ya que, a todo lo dicho, hay que sumar la imposibilidad de observación desde el aire por falta de capacidad de autonomía de los aviones idóneos para ese tipo de búsqueda (hoy aún en las grandes regatas oceánicas, en muchos momentos, los navegantes con problemas en sus embarcaciones o percances personales, dependen fundamentalmente de los otros navegantes para ayudarles o socorrerles).

A más cabe añadir que, en las coincidencias con las rutas de grandes buques de carga, petroleros, etc., se sabía que muchas veces eran indetectables por su pequeño tamaño en los radares de estas grandes naves. Añadido eso a la mínima capacidad de cambiar de rumbo en especial si los vientos portantes eran flojos, hizo que en una ocasión estuviesen a punto de ser abordados por una gran petrolero hasta el punto que después de lanzar bengalas y ver que el buque no cambiaba el rumbo, decidieron preparar el abandono de la balsa pasando a una pequeña barca hinchable y a las de salvamento, que posiblemente hubiera supuesto la desaparición de todos ellos, finalmente ya muy cerca, una bengala fue apercibida desde el puente de mando y el cambio de rumbo los salvó. Recordaban como parados en cercanía les preguntaron: “¿Necesitan algo?”. Y creo recordar que alguien les dio, por primera respuesta: “Sí, vivir”. Les suministraron agua y cada uno siguió su rumbo.

Añadido a todo ello, la convivencia de personas tan dispares era algo sobre lo que hasta encontrarse en la travesía no se podía prever nada. No es difícil imaginar que aislados durante más de tres meses, seis mujeres y cinco hombres, sin posibilidad de escapar o decir “me voy, que me vengan a buscar”, con la mar rodeándote como medio hermoso y al tiempo funcionando como carcelero, todo era un gran reto. No se dijo en su momento por respeto a las personas, pero durante la selección hubo alguna deserción según conocían mejor las características del viaje-experimento y otras personas a las que finalmente no se les integró en el proyecto porque se detectaron tendencias de cierto peligro personal o para el grupo.

Cuando les informé que uno de los recursos de algún tipo de prensa al hablar de ellos fue definir Acali como “la balsa del sexo o la balsa del amor”, muchos rieron a gusto y leyeron las informaciones con cierta incredulidad. Para tener sexo las buenas condiciones ambientales de comodidad y de privacidad son de ayuda, y viajar en Acali no era precisamente ponérselo fácil a nadie. El sexo, ampliamente entendido, tuvo su importancia obviamente, pero todos estaban convencidos que sus experiencias en tierra eran mucho más positivas y sobre todo cómodas.

Los 101 días de navegación, según explicó Genovés en sus estudios posteriores, podían por el aislamiento y el pequeño espacio vital, suponer cuatro o cinco veces más de tiempo en relación interpersonal constante. Ello vendría a equivaler en varios años de convivencia convencional en grupo familiar, por ejemplo. La vida en Acali corría, comprimida y a toda velocidad.

Los datos que se recogieron, encuestas, conversaciones, los resultados de ejercicios pautados previamente con sociólogos, psicólogos, antropólogos, sexólogos, etc., las entrevistas al final con los psiquiatras, los escritos de cada uno, fueron creando una base de datos que luego se estudiaron y posteriormente editados, para distribución entre expertos, por la propia UNAM, donde Genovés fue profesor durante muchos años.

Santiago Genovés, el impulsor y creador del experimento 

Formado en la UNAM como antropólogo, después de su llegada a México con 17 años al final de la guerra civil en España, hijo de un director de Correos en Valencia y de una profesora del Instituto de Enseñanza Libre, se doctoró posteriormente en la universidad de Cambridge.

Fue una persona muy especial y un científico difícilmente clasificable. Persona de carácter, a su inmensa curiosidad y enorme capacidad de observación, se sumaba una gran valentía para afrontar riesgos intelectuales y físicos, todo ello hacía de él un investigador poco dado a los convencionalismos.

En su vida aparecían algunas anécdotas curiosas que pronto le hicieron destacar. Muy joven aún, estudió los restos óseos más antiguos de pobladores de México y creó una tremenda bronca, intra y extra científica, cuando demostró que no pertenecían a un hombre sino a una mujer. ¡México no tenía un padre, tenía una madre! Es fácil imaginarse lo que supuso esto en los 50 (restos del cráneo del “Hombre de Tepexpan” descubierto en 1947)

En la cercanía de las olimpiadas de México en 1968 hizo el guion de una película, ¿PAX?, basada en su libro “El hombre entre la guerra y la paz” (Is peace inevitable?) libro traducido a varias lenguas, a cargo inicialmente de Wolf Rilla y que por problemas de producción y desacuerdos, acabó dirigiendo el mismo para salvar el proyecto. En ella se divulgaban sus investigaciones sobre agresión y agresividad y raza y racismo, comunicación personal… que iban centrando sus intereses, todo ello de manera eminentemente didáctica decantándose por aplicar sus conocimientos de antropología social y sociología alas investigaciones. La película tuvo un resultado final mejorable por los avatares vividos, pero en conjunto reunía un conjunto de ejemplos bien interesantes y llamativos. Amigo de Pete Seeger, compuso con él la canción Adam the inventor que el propio músico interpreta en la película.

En esta época y por concedérsele el premio internacional de la paz Memorial Juan XXIII aquí en España, comenzó a ser más conocido e inicié mi relación con él fundamentalmente en la difusión de la película, libros e investigaciones con acciones con periodistas y que fue el anticipo de preparación de Acali en lo que participé durante casi tres años.

En uno de sus viajes el avión en que viajaba fue secuestrado. Él, estando retenidos en el aeropuerto de México, con uno de los secuestradores herido, se ofreció a acompañarlos a las autoridades y a los secuestradores. En las horas siguientes de espera y en el posterior vuelo a Cuba, consiguió establecer un vivo diálogo con los secuestradores, gente de cierta formación, hasta la liberación en La Habana que dio como resultado un sabroso artículo de carácter científico que tuvo gran difusión y provocó muchas entrevistas e invitaciones a dar conferencias. Tenía la capacidad de, en cualquier momento, saber reaccionar y aprovechar la ocasión para obtener informaciones, que se sumaban a sus investigaciones pautadas.

Las expediciones RA antecedentes de ACALI

Había practicado deportes, jugó al fútbol, condujo coches, pero la investigación era su apuesta vital. Conoció a Thor Heyerdahl que había cruzado el Océano Pacifico, en una singladura de 8.000 km con la balsa de troncos Kon Tiki. En aquella época finales de los 60, Heyerdahl intentaba demostrar que era posible la antigua relación de pueblos africanos y americanos en base a las construcciones de pirámides, en paralelo, en ambos continentes. Cabe recordar, algo muy olvidado aquí, que fue el mismo Heyerdahl el que dio notoriedad mundial a las pirámides de Güímar en Tenerife. Uno de los más icónicos monumentos “secretos” y desconocidos de nuestro país.

Tripulantes de la RA I

Hicieron amistad y Genovés le hablo de comportamiento humano de sus investigaciones y cómo aprovechar la travesía prevista para obtener datos. Así, en 1969, partiendo de Marruecos en la primera RA, iniciaron la travesía que los debía llevar a América. Cerca de Barbados la balsa de papiros se rompió y salvaron la vida de milagro manteniéndose varios días encima de los restos y rodeados de tiburones. Fueron localizados cuando se había abandonado la búsqueda oficial, gracias al coraje de su mujer, Andrea Burg, que consiguió que una avioneta colaborase en continuar la búsqueda durante dos días más, hasta que, por suerte, los avistaron en cercanías de Barbados.

Entonces Genovés le propuso a Heyerdahl buscar a constructores expertos. Fue al lago Titicaca y hablo con un grupo de Aymaras que construyen pequeñas barcas con totora, planta similar al papiro y con las que hacen embarcaciones de pequeño tamaño para la pesca. Les pidió ayuda y los comprometió ir a África a construirla. Se fotografiaron juntos a modo de “contrato”. Meses después, los cinco aymaras salieron de su aldea por vez primera, para directamente cruzar el atlántico en avión. Con papiros de Egipto, en Marruecos construyeron la nave de unas proporciones nunca vistas por los propios pescadores artesanos, con cálculos y cambios sobre el proyecto de la primera balsa, hechos por Heyerdahl y el propio Genovés y aportaciones de la experiencia de los artesanos americanos. En 1970, saliendo de Safi, alcanzaron, después de 55 días de navegación, su destino en América con la RA II.

En estas travesías Genovés comprobó que eran un interesante laboratorio de comportamiento, por las tensiones y momentos difíciles que los navegantes vivían y ante lo que reaccionaban de diversa forma. Fue donde ideó inicialmente el experimento Acali. Pensó que la tripulación fuera de ambos sexos y que los participantes tuviesen procedencias diversas con costumbres dispares e incluso bases culturales bien diferenciadas para darle mayor riqueza al experimento. En las RA todos eran hombres y casi todos con un historial profesional y deportivo de cierta relevancia. Él se propuso hacerlo con personas representativas de lo que entendemos como la gente “normal”

Así durante los dos años siguientes organizó el proyecto en la vertiente académica y en la logística y económica para hacer viable la construcción de la balsa y las mínimas compensaciones a los participantes que deberían abandonar familia y empleos y aceptar un reto tan formidable. El gobierno de México accedió a patrocinarlo y se involucró Televisa y obtuvo determinadas aportaciones económicas que consiguió directamente, en una compleja entrevista, convenciendo al presidente Echevarría, mostrándole las entidades académicas y expertos que le apoyaban y lo que podía significar para México esta expedición y experimento (ya entonces había sido miembro del grupo de grandes expertos que había convocado ONU, para establecer criterios sobre los conceptos de razas, por ejemplo).

En España, punto de partida querido por Genovés, en lugar de la costa de Marruecos como en las RA, el lugar idóneo era Canarias ya que por allí pasa la corriente del golfo que, desde las islas, va derivando hacia el este y hacia el sur de México.

Durante aproximadamente tres años colaboré en el Proyecto Acali en temas de comunicación y logística en Barcelona, Madrid y Las Palmas antes de la partida de la balsa y posteriormente en la difusión de libro y estudios diversos sobre la misma. Ello me dio la oportunidad de mantener estrecha relación que luego se prolongó y tuve la enorme suerte de disfrutar de su entrañable amistad durante muchos años. Participé también en otras actividades en años posteriores como antes de Acali había hecho (película ¿Pax?, Memorial Juan XXIII, candidatura al Premio Nobel, etc., presentación del libro Acali, y otros, publicados posteriormente). Ser español supuso la negativa de gobierno mexicano de entonces a que yo participase ya que él, naturalizado mexicano, seguía siendo considerado español y dos de la misma nacionalidad no era bien visto. Cabe recordar que en 1973 en España estábamos en dictadura y no había relaciones diplomáticas entre los dos países.

Poco conocido es que en los años posteriores a Acali el gobierno de España presidido por Suárez le encargó una investigación secreta sobre ETA. A tal fin se preparó una estrategia consistente en publicitar abiertamente la intención y la necesidad, fuera la que fuera, de contactos con dirigentes etarras. En San Sebastián después de contactos muy secretos y a través de diferentes personas, un día D a la hora H un dispositivo muy complejo le “secuestró” y así desapareció durante varios días.

Meses después el informe fue entregado a presidencia con datos de carácter antropológico y sociológico fuera de toda connotación política. Aquellos días los pocos que sabíamos de ello a parte de su familia, estuvimos en vilo. Era una situación conocida por un reducido número de personas en la alta administración y pocos más. Él aceptó el encargo sabiendo que no tenía ninguna cobertura. En los años finales de los 70 no creo que mucha gente asumiese un riesgo como aquel, nadie le animó a hacerlo, solo aceptamos su determinación. Un tiempo después, una llamada serena para decir, “ya está, nos vemos pronto, ahora voy para México”. Asumir el riesgo, ya que alguien podía sospechar de otras intenciones, da idea de su coraje.

Tiempo después cuando se organizó la gran exposición “El exilio español en México” que prepararon Macua y García Ramos con los que también colaboraba, participé en su ubicación en Barcelona en el Palacio de Pedralbes, Genovés tenía presencia en ella por su gran historial científico, reconocido internacionalmente. Años después el Gobierno de España le concedió la Gran Cruz del Mérito Civil por su destacada trayectoria, en el ámbito del exilio en México. Otros países como Francia, USA, Egipto, Marruecos y otros, le habían concedido distinciones.

Genovés falleció en México DF hace 6 años. Hoy de los tripulantes de Acali sobreviven las seis mujeres y un hombre, el japonés.

José Luis Vergara. Septiembre 2019

[1] • Santiago Genovés Tarazaga (47 años), antropólogo mexicano que ideó el experimento.
• José María Montero Pérez (34 años), antropólogo uruguayo que había sido alumno de Genovés.
• Servante Zanotti (32 años), francesa, encargada de realizar estudios sobre contaminación.
• Charles Anthony (37 años), greco-chipriota, que desempeñó la función de operador de radio.
• Rachida Mazani (23 años), argelina, encargada de realizar estudios sobre contaminación.
• Mary Gydley (36 años), estadounidense, con algunos conocimientos sobre navegación.
• Fe Evangelina Seymor (23 años), estadounidense, que desempeñó funciones de operadora de radio.
• María Bjornstan (30 años), sueca, que era la única navegante profesional de entre todos los participantes y desempeñó la función de capitana.
• Edna Jonas (32 años), de Checoslovaquia pero residente en Israel. Desempeñó la función de médico.
• Bernardo Bongo (29 años), sacerdote angoleño.
• Elsuki Yamaki (29 años), japonés, cuya función en Acali era de cámara.

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