El hecho de que el próximo martes se cumplan precisamente 20 años de tu asesinato, Joseba, me ha hecho recordar el viejo Volver, uno de los tangos de Carlos Gardel que más me gusta. Mas allá de la cifra, 20 años, poco más es lo que puede unir la memoria de tu cruel atentado con una bellísima y sofisticada canción dedicada a la nostalgia del amor.
Y, sin embargo, … los versos sueltos ¡resultan tan emotivos!: Volver, con la frente marchita…/ Tengo miedo del encuentro, con el pasado que vuelve, a enfrentarse con mi vida… / Tengo miedo de las noches … pobladas de recuerdos… / Vivir, con el alma aferrada a un … recuerdo…
Y pienso, inevitablemente, en tu familia. La imagen atenaza mi corazón y asoman fugazmente algunas lágrimas a mis ojos. Pero, la conclusión del tango es lo que choca violentamente con nuestra realidad: Es un soplo la vida… Sí, desde luego, somos extremadamente frágiles y el sueño tiene siempre el mismo cruel despertar, pero ¿de verdad veinte años no es nada?
Para ti, Joseba, hubieran representado casi toda una vida, veinte años que te fueron arrebatados sin ninguna razón plausible, porque no hay ideal alguno que pueda justificar una vida humana. Porque es moralmente inadmisible que alguien disponga de la vida de otro para utilizarla al servicio de sus propios fines. Porque no hay ejemplo mayor de supremacismo: mis objetivos son tan importantes que me permito servirme de tu vida, valerme de ella para – quizá – alcanzarlos.
¿Qué decir de tu familia, de tus amigos, de tus compañeros? Cada uno de estos años sin ti, constituye un vacío irreparable de experiencias, de afectos, de riqueza de vida, en definitiva. Cada día, cada semana, es una pequeña inmensidad, un enorme vacío que nada puede rellenar, un dolor continuado sin esperanza de curación, una tortura.
Mientras tanto, para acrecentar el mal, tus verdugos (los autores materiales, los que tomaron las decisiones, los que edificaron una ideología falaz para justificar lo injustificable, los que trataron de servirse de tu muerte, los que aplaudieron, e, incluso, los que callaron), todos ellos han podido seguir rellenando veinte veces sendos años de vida, haciendo planes de futuro y, algunos, mostrándose ante la sociedad como los sacrificados luchadores que han hecho posible la paz. Quienes debieran ocultarse avergonzados por la naturaleza y la dimensión de sus crímenes, en lugar de pedir perdón a sus víctimas y a la sociedad por el irreparable mal causado a unos y a otra, siguen ocupando cargos de responsabilidad y sus seguidores siguen recibiendo en ceremonias públicas a sus colegas excarcelados – cada vez en mayor número – como verdaderos héroes. ¿Qué clase de sociedad puede levantarse sobre estos cimientos? Da miedo verlo e imaginarlo en términos de futuro.
Veinte años, Joseba, es una infinita eternidad. Tú te llevaste la peor parte. Nosotros te hemos perdido a ti y estamos condenados a convivir con tus asesinos y sus cómplices en esta sociedad podrida que, encima, finge que se trata de ciudadanos honorables.
Antonio Roig Ribé, 5 de febrero de 2023
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