En Cataluña sabemos mucho para que sirven los sindicatos. Se han puesto desde hace años al lado del separatismo para recortar libertades a millones de ciudadanos. En vez de trabajar por defender los derechos de los trabajadores se han dedicado a poner el cazo mientras defendían que los alumnos castellanoparlantes NO tenían derecho a recibir docencia en su lengua materna mientras los alumnos catalanoparlantes SÍ tenían derecho a recibirla. ¿No somos todos iguales ante la ley? En Cataluña no es así desde hace décadas.
UGT y CC.OO han sido firmes aliados del separatismo tanto en el “derecho a decidir”, en considerar a los condenados por la justicia democrática española por sedición como “presos políticos” y en criminalizar y acosar a familias como la de Canet, que han luchado para recibir un mísero 25% de enseñanza en español.
Recordemos como UGT y CC.OO forman parte de Somescola, una plataforma que busca expulsar la lengua española de las escuelas, a todos los niveles. Estos sindicatos, además, han sido cantera, sobre todo UGT, de altos cargos del Gobierno separatista de la Generalitat, desarrollando políticas divisivas y tendentes a ignorar, o mejor dicho despreciar, a los millones de catalanes no separatistas.
El papel de las patronales no ha sido mucho mejor, dado que durante todo el ‘procés’ han oscilado entre la complicidad y el escaqueo, y solo se han mostrado crítico con el separatismo cuando el deterioro económico para sus bolsillos ha sido más que evidente. Eso sí, sin apenas comprometerse en la defensa de los derechos lingüísticos y civiles de millones de catalanes.
Por eso vemos interesante el experimento que VOX ha iniciado en el Gobierno de Castilla y León recortando las subvenciones, tanto a patronal como sindicatos. Quedan muchos flecos por conocer de la ejecución de esta política, pero creemos que es positivo que este debate salte a la agenda pública.
Sindicatos y patronales han demostrado en los últimos años que han perdido el norte y que ya no son organizaciones que beneficien a la sociedad, sino grupos de presión siempre dispuestos a venderse al político de turno para seguir manteniendo bien engrasadas sus estructuras clientelares que mantienen a sus respectivas cúpulas en el poder.
Echamos de menos aquellos sindicatos que luchaban por unas mejores condiciones laborales, cuyos líderes eran trabajadores que daban ejemplo en la oficina, o en la fábrica. Y no se dedicaban a crear gigantescas estructuras de paniguados que los aplauden, y que para mantenerlas han de conspirar con gobiernos supremacistas que solo desean sojuzgar los derechos civiles de millones de compatriotas, la mayoría de ellos pertenecientes a las clases populares que los sindicatos decían “defender”.
También añoramos aquellas patronales preocupadas por la concertación social y el avance de la economía, y no por el pasteleo. Si hemos de tener sindicatos que sean aliados del supremacismo, que se paguen ellos la fiesta, porque recordemos que el principal culpable de la deriva secesionista de la UGT catalana, Josep Maria Álvarez, ahora dirige UGT a nivel nacional. Y CC.OO es otro firme aliado del separatismo.
La alianza con el supremacismo no es un problema solo de los sindicatos en Cataluña, en el resto de comunidades autónomas no se han rebelado contra la actitud de sus ‘compañeros’ catalanes. Además, si hemos de tener patronales que no aportan nada al bien común, que las mantengan los empresarios.
Seguiremos con interés lo que hace VOX en Castilla y León y, mientras tengamos estas patronales y estos sindicatos, y sigan siendo organizaciones que perjudican más que benefician a la sociedad, apoyaremos que cuanto menos dinero público reciban, mejor.
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