El próximo domingo 28 de abril tenemos unas nuevas elecciones generales. Probablemente las más reñidas, disputadas e inciertas de nuestros 40 años de democracia. O, al menos, que yo recuerde, y voy sumando algunos años.
Acostumbrados a un bipartidismo desde la extinción de UCD, donde el bacalao se vendía entre uno de los dos grandes y sus acuerdos, contra natura la mayoría de veces, con los partidos nacionalistas, hoy nos encontramos ante un abanico de 5 partidos en liza. Un abanico que no sólo se agranda en número de opciones sino en planteamientos políticos; desde la izquierda antisistema de Podemos a una derecha católica tradicionalista de Vox pasando por el espectro de partidos más centristas como son PSOE, PP y C’s. Aunque vistas las actuaciones, declaraciones y posiciones del último año, ya no sabemos a ciencia cierta qué defiende realmente cada uno.
Queda más claro en las formaciones menos centradas, donde su posicionamiento derecha-izquierda y también su antagonismo centralismo-plurinacionalidad es un mensaje bastante nítido.
Y tras estos, digamos “Big Five”, estaría la posición de PNV y ERC como partidos nacionalistas de peso y relevancia. Por las actuales encuestas, fuera de estos dos últimos, la presencia del resto de formaciones nacionalistas o regionalistas tenderá a su irrelevancia.
Y con estos mimbres tendremos que tejer una nueva legislatura y un nuevo gobierno. Que se deberá enfrentar, no ya al desafío independentista, ellos mismos se saben derrotados, agotados, sin estrategia, y, lo más significativo, sin saber cómo gestionar de la manera más digna su efectiva derrota, sino a cómo queremos gestionar la vuelta a la concordia cívica. Y canalizar los sentimientos de la ciudadanía por la senda de la política, la ley y el efectivo gobierno de la Comunidad Autónoma; en una sociedad plural y donde no hay necesariamente vencedores ni vencidos.
Desconozco si nuestros políticos son conscientes de ello, pero el nuevo escenario con el “conflicto en Cataluña”, no será hacer frente a un nuevo impulso independentista. Más bien, a gestionar la vuelta a la sensatez de forma paulatina y progresiva.
Asimismo, tras los años de recuperación económica y creación de empleo, a pesar que aún no nos hemos recuperado de la gran crisis económica, nos enfrentamos a riesgos de desaceleración mundial; a los que se suma a un déficit público incontrolado, una deuda pública en máximos históricos y un evidente agujero del fondo de pensiones.
La situación catalana ha concentrado todo el foco político y mediático de los últimos dos años y no hemos tenido gobiernos efectivos ni en Madrid ni en Barcelona, por mucho que todos se auto feliciten de sus grandes realizaciones (mejor no entrar en detalles). Pero, si efectivamente la actividad económica se ralentiza, si es que no decrece, será preciso retomar la senda de reformas estructurales, haciendo frente a los nuevos retos económicos mientras se defiende nuestro estado del bienestar y se solventan las más acuciantes necesidades sociales. Difícil equilibrio, sólo apto para estadistas.
Si las encuestas aciertan medianamente, no habrá claras mayorías, y ante resultados parejos entre formaciones, les será difícil pactar qué partido asumiría una Presidencia de gobierno en una hipotética coalición. Situación que nos podría llevar a la repetición de elecciones.
Tenemos por delante más de un mes de campaña, donde el tono parece que irá subiendo, los reproches mutuos irán desde “vende patrias” a “franquistas irredentos”, y cualquier otro término que a algún analista de marketing se le vaya ocurriendo sobre la marcha. Y la campaña continuará en la misma senda hasta las elecciones municipales, autonómicas y europeas del 26-M.
Este extremismo verbal, unido a una radicalización de posturas a la búsqueda del voto perdido no ayudará a la necesaria composición de pactos futuros, no ya para la composición de un gobierno sino, para poder establecer pactos transversales amplios con los que abordar los grandes retos de estado.
No debería ser ya el momento del “tombem el règim”, ni del “a por ellos”; si no tiempo de política y de gobierno.
¿Alguien escucha por ahí?
Jorge Fernández-Argüelles
Managing Director
Corporate Intelligence Partners
Barcelona, febrero 2018
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