La mentira es tan frágil que sólo se sostiene si se cree. Por eso no hemos de dejar de vivir con enérgico sentido de la verdad y conciencia de ser persona. Desprendámonos de buenismos y digamos lo que vemos y lo que pensamos, que nos digan luego lo que quieran. No asistí a la manifestación porque no quise, un lujo que me puedo permitir decir porque no estoy dentro de una organización política y no me debo, por consiguiente, a su obediencia.
Quiero destacar que, a diferencia de las últimas manifestaciones antiterroristas, celebradas en París y Londres, a ésta de Barcelona no asistieron autoridades europeas (¿por qué?), salvo las españolas, y en su más alto nivel, lo que las honra. Aunque tampoco fueron invitadas.
Fue una vergüenza colosal, otra más, que se le otorgara el servicio de orden a gente de la ANC y se invocara la libertad de insultar, mentir o exhibir las divisivas esteladas. No son sostenibles carteles como “Imagine un país que no venda armas” (cuando la cuarta parte de esas ventas en España las hacen empresas catalanas y los señoritos de la CUP no dicen ni pío), o el de “Felipe: Qui vol la pau no trafica amb armes” (ni homenajea a los asesinos etarras, habría que añadir). Etcétera. El espíritu totalitario nos acecha y hay que cerrarle el paso con toda convicción y claridad.
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