
El Korán (el Grande) tiene 114 azoras o capítulos, cada uno de ellos invoca el nombre de Alá, el capaz de apiadarse. Al-Islam implica la idea de salud, integridad y paz que se da en quien se entrega o resigna a la voluntad de Alá. El libro sagrado de los musulmanes llega a denominar a Alá como el hueso del dátil “que saca lo vivo de lo muerto y saca lo muerto de lo vivo”.
Asimismo se puede leer: “No toméis a los judíos y a los cristianos como amigos”, pero también que “los que creen y siguen el camino recto, y los cristianos y los sabeos, quien cree en Alá y el día el último, y obran bien; esos tendrán su jornal con el Señor y no (habrá) temor sobre ellos y ellos no se entristecerán”.
Se puede leer la expresión ‘pueblo de delincuentes’ o ‘les pagaremos igual que lo hicieron’, pura ley del Talión. Diré que recuerdo a la madre Teresa cuando leo: “Y no mates a tus hijos por temor a la miseria; nosotros los sustentaremos a ellos y a vosotros; ciertamente su sacrificio es un pecado grande”. El Korán sostiene: “no obedezcáis el mandato de los que se exceden”, que corrompen y no obran bien. Y esto es aplicable, sin duda, a quienes se exceden en crueldad, que torturan y asesinan en nombre de lo Sagrado.
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