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Réquiem por un sueño. Un análisis de Pau Guix sobre la evolución de Cs

"El réquiem por el sueño que fue Ciudadanos es también el réquiem por una región, Cataluña, que ─con el permiso del resto de regiones─ fue la mejor parte de España mucho tiempo y que ha acabado hundiéndose en la irrelevancia económica y cultural"

Por Pau Guix
sábado, 20 de febrero de 2021
en Opinión
12 minuto/s de lectura
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No, no se piensen que voy a hablar de la magnífica novela homónima de Hubert Selby Jr. (o de la brillante adaptación cinematográfica dirigida por Darren Aronofsky en el año 2000) o de la asombrosa vida de supervivencia del literato frente a las múltiples adversidades que sufrió. Hablaré de las adversidades que ha sufrido el constitucionalismo en Cataluña los últimos 40 años y de cómo la única herramienta política que pudo haber superado el nacionalismo acaba de hundirse irremediablemente en la noche del olvido y de su innegable similitud con la esencia de dicho libro, Réquiem por un sueño (1978)

En la novela de Selby Jr., las utopías inducidas por las drogas que sufren los cuatro protagonistas se hacen añicos cuando sus adicciones se vuelven más profundas. El éxito puede ser una potente droga inductora que puede nublar el sentido de la realidad hasta de la persona más brillante, y eso es lo que pasó en Ciudadanos; el éxito electoral en la convocatoria autonómica de 2015 en Cataluña y la posterior victoria en 2017, unido al magnífico resultado en las Generales de 2019 de 28 de abril (57 escaños) crearon unas expectativas de sorpasso al PP que hicieron perder de vista aquello por lo que nació Ciudadanos: ser el partido que tenía que superar el nacionalismo en Cataluña y ayudar en la gobernabilidad de España con absoluta lealtad al Estado y a sus instituciones.

El hundimiento electoral de Ciudadanos este 14F en su lugar de origen y su motivo principal de ser, la región catalana, ha comportado la pérdida de 30 diputados, pasando a ostentar una exigua representación de 6, siguiendo la estela de la debacle de noviembre 2019 en las Cortes Generales. Y a pesar de la aparición de un tercer partido no nacionalista con representación en el Parlament, la suma de los dos previamente existentes de 40 diputados se ha reducido a 20 diputados sumando a los 3 partidos actuales. Es el desastre absoluto para la democracia y la convivencia.

Y no incluyo ni a Comuns ni al PSC en este grupo de constitucionalistas. En el caso de Comuns es obvia la querencia separatista de Colau y de su asociado Iglesias; y en el caso del PSC porque es un partido que conozco bien porque milité más de 3 lustros en él y porque coincido con Salvador Illa en su apreciación de que el PSC no es el PSOE, y que es un partido catalán y catalanista, motivo por el que él se siente orgulloso pero por el cual yo me di de baja y me afilié a Ciudadanos en 2012, buscando lograr aquello en lo que el socialismo catalán había fallado estrepitosamente: 1) en cuanto internacionalista, el haber combatido ese localismo maligno, xenófobo, supremacista, excluyente y clasista que es el nacionalismo; y 2) en cuanto socialdemócrata, el haber procedido a la construcción social de la región de Cataluña en vez de haber participado activamente y con gran protagonismo en la construcción nacional de Cataluña (los dos tripartitos, el Estatuto de 2006, la inmersión lingüística y un larguísimo etcétera dan fe de ello).

Hecha esta observación, decir que la indispensable Cayetana Álvarez de Toledo, con quien puedo estar de acuerdo en cosas sí y en otras no, pero de quien admiro siempre su prosa y su intelecto, ha sintetizado en una sola frase lo ocurrido el 14F, en una entrevista para El Mundo: “Una sociedad devastada moral, política y culturalmente ha revalidado a los gestores de la pandemia y del procés”. Una sociedad que se ha hundido en su representación política, ya que prácticamente la mitad de los catalanes llamados a las urnas se han desentendido ante la insoportable levedad del no ser como sociedad y la traición de sus partidos hacia sus votantes, especialmente notoria en el caso de Ciudadanos.

De momento, tanto Inés Arrimadas, presidente de Cs, como Carlos Carrizosa, el candidato, presidente del grupo parlamentario y responsable de Organización del partido en Cataluña, siguen en sus trece pensando que la mejor manera de pasar página de tamaña descomposición es marcarse un Pablo Hasél, es decir, encadenándose a la poltrona (y al sueldo) pensando que así nadie les exigirá pagar por sus errores. Pero la pérdida de casi un millón de votos (de 1.109.732 en 2017 a los exiguos 157.903 en 2021) con gente que tuviera vergüenza propia sería un argumento de peso más que suficiente para haber dimitido nada más conocer el desastroso resultado. En el mundo de la empresa, una cuenta de resultados que arrojara tamaño descalabro comportaría la destitución inmediata de sus directivos o responsables.

En esos libros de autoayuda en los que la dirección naranja encontraba sus lemas, un día hallaron la famosa frase de Víctor Hugo que reza “no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento”. Lo cierto, Carlos e Inés, es que no hay nada más grotesco que una idea a la que se le ha pasado su momento y que persiste en su decadencia y agónica descomposición. En todos los réquiems compuestos (incluso hasta en el War Requiem de Benjamin Britten) existen las mismas partes de la misa en latín, y os recomiendo especialmente a ambos revisar aquello que el dies irae recoge: “quantus tremor est futurus quando iudex est venturus cuncta stricte discussurus” (lo que traducido significa “cuánto terror habrá en el futuro cuando venga el Juez rigurosamente a exigirnos cuentas”); y esto es lo que hará con vosotros el futuro, ese juez implacable, ante vuestra negativa a enmienda.

Arrimadas ganó unas elecciones en Cataluña, pero debemos puntualizar que no las ganó ella sino el partido, y no los cuadros del partido sino el conjunto de sus afiliados y militantes ilusionados con un proyecto político que defendían a todas horas y en todos los lugares (laborales, de ocio y familiares), porque tenían la certeza de que no existía otra alternativa al nacionalismo y que C’s era no la única sino la última posible. Fue el colofón al trabajo de muchos años, un trabajo no iniciado por Rivera sino por los intelectuales que firmaron el Primer Manifiesto y por la conjunción de las ilusiones y de los esfuerzos de los pocos valientes que componían tiempo ha, desde el asociacionismo, esa resistencia al nacionalismo, organizada de manera precaria y sin ayuda institucional alguna y a quien vayan todos mis elogios, admiración y respeto: mens agitat molem.

Arrimadas ha justificado la pésima representación obtenida citando la falta de movilización como el principal factor que explica los resultados, y aseverando que los votos que logró hace tres años no se han ido al PSC, sino a la abstención. Pero Inés, a ver, si aceptáramos tamaño dislate entonces tendríamos que convenir también que, en la ya lejana victoria en las autonómicas de 2017, ni tú ni el partido tuvisteis nada que ver y que dicha victoria sería debida únicamente a la gran movilización de la sociedad catalana libre de nacionalismo ante la amenaza secesionista y el fallido golpe de Estado de Puigdemont y Junqueras. Decía Borges que la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce, pero en tus excusas, Inés, no hay dignidad, dignidad que, por cierto, sí mostró la misma noche electoral ese magnífico parlamentario que es Alejandro Fernández.

El día después de la debacle, en una entrevista concedida a A3, Carrizosa ─igual que Arrimadas─ en un alarde de falta absoluta de dignidad, afirmó que no tiene intención alguna de presentar su dimisión. “No se soluciona nada abriendo crisis en el partido”, y ha apelado a la “unidad” y el “trabajo” para reflotar el espacio político perdido por Ciudadanos. La triste realidad es que la etapa Carrizosa y el ascenso gradual al poder del oscuro personaje ha sido un verdadero cáncer para el partido en Cataluña ya que su despotismo nada ilustrado, su control férreo de la estructura del partido en la autonomía y su cohorte de mediocres Sparafuciles ansiosos de cargo y sueldo, han roto las ilusiones y han eliminado la participación de sus afiliados y simpatizantes en un proceso constante e inexorable. El incesante goteo de afiliados que se han dado de baja en las filas naranjas ha llegado a extremos críticos en Cataluña, y mucho antes de este 14F, al ver que lo único que ha triunfado ha sido el reparto de cargos y las ansias de poder, eliminado algo esencial en cualquier institución humana: la participación y con ella a sus propias bases. Tampoco ha ayudado ese despotismo de Arrimadas y de Carrizosa que emula a la perfección la democracia a lo nacionalista: cambiar a un candidato por decreto, sin primarias, unas primarias, por otra parte, sobre las que Francisco Igea, actual Vicepresidente de la Junta de Castilla y León, y otros muchos pueden dar fe que siempre ganan los candidatos oficiales (como sucedió, por ejemplo, con las de las municipales de 2015 en Barcelona ciudad); la soberbia era tal que creyeron que nadie diría nada pero más de 60 afiliados presentaron su denuncia ante la Comisión de Garantías, otro órgano del partido al servicio del aparato, que, previsiblemente, resolvió a favor del pucherazo, negando así sus estatutarios derechos elegibles y electores a los afiliados. Jamás contaron para nada los afiliados en el C’s que conocí bastante bien entre 2012 y 2017, fecha en que me di de baja, horrorizado ante la deriva del partido tanto ideológica (se abandonó la socialdemocracia en la IV Asamblea de 2017) como reaccionaria (coincidiendo con el virreinato de terror de Carrizosa en Cataluña) con sus propios afiliados.

Ciudadanos sufrió ─desde la grave escisión de 2009 que le dejó a las puertas de la desaparición─ del pecado original que sufren muchos en Cataluña, que no es otro que el querer ser como CiU o, directamente, ser CiU. En la errónea creencia de que ocupar el espacio de la centralidad catalana ─que en Cataluña se denomina eufemística y erróneamente como catalanismo─ era el pasaporte para ser partido de gobierno, se fueron laminando, bajo la dirección de Rivera, todas las capas que conformaban el amplio y transversal espectro ideológico del partido pero también a cualquiera que no estuviera dispuesto a ofrecer votivamente su inquebrantable adhesión al líder. Tanto era así que algunos de los dirigentes, en conversaciones privadas, se referían a su propio partido no como C’s sino como el PDR o Partido De Rivera.

Pero Carrizosa y Arrimadas no fueron los primeros en querer ocupar ese espacio catalanista para Ciudadanos en Cataluña y que, por ejemplo, era visible en los actos de campaña en las autonómicas de 2015; en estos, los mítines estaban adornados por letras tridimensionales de un tamaño considerable que conformaban la palabra CATALUNYA y donde la bandera nacional brillaba por su ausencia. Recuerdo haber llegado tarde al primer acto que asistí de dicha campaña y, al ingresar en la sala, mi primera impresión fue, para mi consternación, de haberme equivocado y estar en un acto de CiU más que de C’s (aún mantenía el apóstrofo): era el signo inequívoco de la deriva de Ciutadans hacia ese mirlo blanco de votos soñado que creían que sería CiU-tadans. Recuerdo como Arrimadas mimetizaba inconscientemente el lenguaje nacionalista para tratar de dar consignas supuestamente contrarias a las que representaba ese lenguaje (supongo que fruto de las compañías que frecuentaba); o cómo amargamente recitaba con fines electoralistas que tenía que ir protegida con escolta en Cataluña, algo que no se aplicaba a su vida privada el fin de semana cuando iba a bares de la Cataluña interior ─de donde es originario su marido─ en los cuales las esteladas ocupaban el mostrador al completo y no necesitaba protección alguna (el documento gráfico se halla fácilmente en Internet). Recuerdo como Carrizosa en las fiestas de Sants de 2014 se reunió con un montón de asociaciones nacionalistas en dicho empeño. Recuerdo también como Carrizosa nos prohibió presentar iniciativas en los plenos de Distrito municipales de Barcelona durante más de un año, iniciativas cuyo objeto era pedir que la comunicación y las publicaciones, tanto físicas como digitales, fueran bilingües y no sólo en catalán, no fuera que ofendiéramos a los posibles futuros votantes de CiU-tadans. Y recuerdo también aquella entrevista que le hizo Salvador Sostres a Jordi Cañas el 25 de noviembre de 2010, entonces portavoz de C’s en el Parlamento regional con una mínima representación de 3 diputados. En dicha entrevista textualmente afirmó: “Los independentistas no son como nosotros, pero no son nuestros enemigos. Si CiU trabaja en la dirección correcta, pues claro que podremos entendernos. La promoción del mérito y del esfuerzo, la regeneración democrática a través de un gran pacto anticorrupción y el cumplimiento de la sentencia del Constitucional sobre el Estatut son nuestras tres grandes condiciones fundamentales”; y, acto seguido, respondiendo a la pregunta de Sostres de que “en el caso de que entrara en el próximo Gobierno, ¿cuáles serían las dos consejerías que reclamaría?”, pedir Cañas la consejería de Educación y la de Interior. El objetivo no era derrotar a CiU sino, simple y llanamente, ser CiU para tocar poder con la excusa de reconducir lo irreconducible, el proceso nacionalizador diseñado por Pujol con su Plan 2000, fuente de todos los males que hoy nos aquejan como sociedad en Cataluña.

Es urgente y necesario que tanto Arrimadas como Carrizosa dimitan y que no se escuden en el pasado para no asumir sus responsabilidades, ya que ambos estaban presentes en él desde hacía mucho tiempo y en el diseño corrupto (entiéndase como viciado o dañado) de la estructura y las políticas del partido, tanto que el fracaso de Rivera en 2019 es también directamente atribuible a ellos y al resto de ese núcleo cerrado que conformaban, entre otros, Marina Bravo y José María Espejo (otro que desertó a Madrid cortando el viento) y que son tan responsables como sus líderes y cuya dimisión es también exigible. Rivera fue un sátrapa y creó una estructura presidencialista de un partido cuya única ideología era el culto al líder (algo que comparte con Pablo Iglesias y todo aquello mal llamado nueva política), pero al menos tuvo dignidad (que no autocrítica) en su amarga derrota de 2019. El 11 de noviembre afirmó: “Creo que en un proyecto colectivo los éxitos son de todos y los malos resultados son responsabilidad del líder. Por eso me marcho. Para mí ser diputado ha sido un orgullo y un honor, no una nómina. Gracias a todos”, algo que Carrizosa e Inés parecen ver de manera muy diferente y, por ello, serán juzgados por el tiempo de forma también diferente, porque los finales siempre deben ser afrontados con dignidad, porque es lo único que permanece.

La triste realidad es que la decadencia e irremediable desaparición de un movimiento transversal (al menos lo fue en sus orígenes) convertido en partido político, como fue C’s, que debía ayudarnos a superar el nacionalismo, tanto en el conjunto de España como regionalmente en Cataluña, es una noticia muy triste. Si no se producen las dimisiones de Carrizosa, Arrimadas y de su dirección, si no se convoca una Asamblea extraordinaria de forma urgente en donde una nueva dirección ─en la que aquellos que fueron parte del problema no deberán ser parte de la solución─ marque un rumbo nuevo, abandone sus maneras y sus formas de agencia de marketing político, lo sitúe en un espectro ideológico claro y específico propio, deje de ser una oficina de colocación de amiguetes, otorgue por primera vez en su historia un mínimo de democracia interna y cree estructuras regionales representativas y participativas con todos sus afiliados, Ciudadanos tiene sus días contados, máxime teniendo en cuenta que un mapa político nacional dividido en 3 derechas constitucionalistas le hace un flaco favor a la democracia actual española ya que favorece que partidos poco o nada democráticos se perpetúen en el Gobierno de la Nación, como parte o como mero apoyo basado en el sempiterno chantaje.

El réquiem por el sueño que fue Ciudadanos es también el réquiem por una región, Cataluña, que ─con el permiso del resto de regiones─ fue la mejor parte de España mucho tiempo y que ha acabado hundiéndose en la irrelevancia económica y cultural, sin viso alguno de recuperación o de regeneración. Para ello, la última muestra de esta misma noche, en la que diversas ciudades de Cataluña (Barcelona, Vic, Lérida, Gerona…), en la enésima noche de los cristales rotos, han vuelto a caer víctimas de la violencia, el odio, las barricadas y el fuego en una nueva movilización de las amarillentas SA nacionalistas.

Es urgente el proceso de reconstrucción del espacio constitucional en Cataluña mediante la creación de una nueva fuerza política circunscrita exclusivamente al ámbito autonómico que, además, pueda ejercer de partido bisagra en España y les robe a los partidos nacionalistas (que son antiespañoles) esa función, función que, en el chantaje permanente de competencias y presupuestos, se han autoarrogado con bastante éxito desde los tiempos inmemoriales del Nada Honorable Jordi Pujol. De esta manera se podría normalizar la democracia y la convivencia en Cataluña y, al mismo tiempo, posibilitar que los grandes partidos nacionales de izquierda y de derecha, cuando gobiernen, basen sus presupuestos en el mayor interés de España y no en la incesante cesión al chantaje de las minorías nacionalistas, gracias a ese nuevo partido que debería aparecer por pura necesidad democrática.

A ello emplazo de manera urgente ─ya que la diáspora crece cada día que pasa─ tanto a los críticos de Ciudadanos como del PSC como a todas aquellas otras personas comprometidas que ─ya sean de izquierdas o de derechas─ entiendan que en Cataluña el eje político sólo puede ser la superación del nacionalismo, porque mientras el nacionalismo siga existiendo y mantenga el poder, nadie que sea constitucionalista podrá implementar propuesta alguna de ningún tipo, ni de izquierdas ni de derechas ni de más allá.

Mientras tanto, los catalanes libres de nacionalismo seguiremos esperando, como Antonio Machado, que ese olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, antes de que el leñador lo derribe y el carpintero lo convierta en lanza de carro o yugo de carreta, en el que ha nacido esa única rama verdecida, dé paso a un último milagro de la primavera antes de que el invierno nacionalista nos engulla para siempre.

Los fans de George R. R. Martin entenderán perfectamente la necesidad perentoria de dicho milagro.

Winter is coming.

Pau Guix. 16 de febrero de 2021 (foto: Cristina Casanova)


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Sergio Fidalgo relata en el libro 'TV3, el tamborilero del Bruc del procés' como a los sones del 'tambor' de la tele de la Generalitat muchos catalanes hacen piña alrededor de los líderes separatistas y compran todo su argumentario. Jordi Cañas, Regina Farré, Joan Ferran, Teresa Freixes, Joan López Alegre, Ferran Monegal, Julia Moreno, David Pérez, Xavier Rius y Daniel Sirera dan su visión sobre un medio que debería ser un servicio público, pero que se ha convertido en una herramienta de propaganda que ignora a más de la mitad de Cataluña. En este enlace de Amazon pueden comprar el libro.

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