Algunas personas me preguntan, intrigadas, por qué mi primera línea roja, el punto más irrenunciable de mi programa como candidata de Ciutadans a la alcaldía de Barcelona, es la defensa institucional activa y proactiva del bilingüismo. A todas esas ingenuas personas las remito a las declaraciones hechas en las últimas horas por la exdirigente de UGT, exconsellera de la Generalitat y expresidiaria por su participación en el golpe de 2017, Dolors Bassa. Una de las primeras, por cierto, que corrió a pedir el indulto.
La señora Bassa ha pedido textualmente: “Eliminemos aquellos partidos cuyos candidatos y candidatas se presentan en el debate de TV3 y Catalunya Ràdio en castellano. No queremos la reconquista de España en Cataluña”.
Hace tiempo que lo vengo avisando y diciendo: la batalla de la lengua en Cataluña puede parecer un tema local o menor, pero no lo es. Ahora mismo es el filo más sangrante de la exclusión civil, que es el verdadero motor del procés: nunca se buscó tanto irse de España como echar de Cataluña a los que piensan, sienten y hablan distinto. Acuérdense de la enfermera de Cádiz despedida del Hospital de la Vall d’Hebron por cuestionar las absurdas exigencias de catalán para trabajar como sanitaria en Cataluña. Acuérdense de la criatura de Canet.
Acuérdense de los miles de firmas de otras tantas familias recogidas por la Asociación por una Escuela Bilingüe, del inmenso esfuerzo civil cristalizado en una sentencia del TSJC a favor de dar (¡por lo menos!) un 25 por ciento de clases en español, y de cómo el gobierno independentista de la Generalitat, con la colaboración activa del PSC y ante la mirada pasiva del PP, que ni se molesta en asistir a las reuniones de la comisión de Cultura del Parlamento catalán, perpetró un atropello legal sin precedentes, una ley ad hoc para burlar a los tribunales de justicia. Vamos, como cuando Pedro Sánchez legalizó la malversación, en teoría para favorecer a sus muchos socios independentistas imputados por este tipo de delito, cuando en realidad lo que tenía en mente era más bien evitar a cualquier precio la entrada en la cárcel de su conmilitón José Antonio Griñán…
A mí personalmente no me ha sorprendido que Dolors Bassa pida lo que pide, que a ver: para ERC es más normal que haya candidatos de Bildu condenados por terrorismo (y que por supuesto nunca han pedido perdón por ello, como no pidió perdón Carlos Sastre, condenado por su participación en el asesinato del matrimonio Bultó, antes de ser en 2017 candidato de la CUP), que la existencia de candidaturas que, como la mía, anteponen la defensa del bilingüismo en las instituciones antes de empezar a hablar de nada más, y que hemos abierto brecha y camino a la utilización sistemática y poco menos que simultánea de las dos lenguas propias de Cataluña en campaña. Y en lo que no es campaña.
La cultura es el urbanismo del alma, y el bilingüismo, en Barcelona, es el Plan Cerdà de ese urbanismo. Es su pulmón, es su Ensanche. La Cataluña monolingüe y monocorde que algunos quieren se habría extinguido hace tiempo, porque digan lo que digan el español no es la lengua madre de una mayoría de barceloneses y catalanes por ningún estrambótico “derecho de conquista”, sino porque es así, porque salió así. Porque Barcelona y Cataluña y todos nosotros somos así.
Tengo toda la intención, este domingo, de mantener y si es posible aumentar la presencia de Ciutadans en el Ayuntamiento de Barcelona, donde espero ser la próxima mujer alcaldesa, y donde defenderé a capa y espada las dos lenguas que amo, la gloriosa realidad bilingüe que habito, la inmensa potencia espiritual y cultural que contiene, y la necesidad de mimarla, cuidarla y protegerla como si nos fuera la vida en ella. Que nos va. Se empieza sacrificando la libertad de lenguas, pensando que no es para tanto, que total, ya se aprende “todo” en la calle, y se acaba teniendo que justificar el derecho a la vivienda, a la propiedad privada ganada con el sudor de la clase media y trabajadora y casi que el derecho a preguntar para qué sirven y a dónde van los muchos, muchísimos impuestos que pagamos.
Ah, y una última cosa: la hispanofobia institucional es la manera más cateta y más segura de reducir hablantes del catalán, del mismo modo que la catalanofobia franquista dio pie a generaciones de gente incómoda con la obligación de hablar “en cristiano” o “la lengua del imperio”. A veces me pregunto si Dolors Bassa y todos los que piensan como ella no son en realidad los enemigos más acérrimos de Cataluña que ha habido nunca. Bueno, no me lo pregunto a veces, me lo pregunto cada vez más seguido. Siempre. Por eso estoy aquí, plantándoles cara con todas mis fuerzas.
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