Los pinganillos que el PSOE y Sumar han impuesto en el Congreso — tras décadas negándose a ello — para conseguir los votos de los partidos separatistas para la investidura de Pedro Sánchez son una muestra más que los socialistas no creen en España como una nación de ciudadanos libres e iguales, y prefieren potenciar el tribalismo de los nacionalismos periféricos.
El problema de los pinganillos no es su coste. A fin de cuentas hay tenemos el ministerio de Irene Montero que nos cuesta más de quinientos millones de euros para crear problemas, y no solucionarlos. O los cuatrocientos millones de euros que cada año cuesta TV3 a las arcas públicas. Gastos superfluos hay tantos que el coste de la traducción en el Congreso no es lo más grave.
Lo que es preocupante es que el Congreso, la cámara en la que reside la soberanía de nuestro país mediante los diputados que el pueblo español escoge, se convierte en el escaparate perfecto para demostrar que España es cada vez menos nación. Si la lengua que nos une a todos, el idioma común en el que nos entendemos, es arrinconada por un ejército de traductores, se visualiza que caminamos hacia una especie de Confederación de Pueblos Ibéricos.
Si el Congreso es como la ONU, y necesitamos traductores para entendernos entre nosotros, es que no somos un país. Como mucho seremos “un país de países”, expresión muy del gusto de aquellos que afirman que España no es una nación, sino un Estado. Es reconocer que los auténticos “pueblos” son el vasco, el catalán, el gallego y lo “español” queda para los ciudadanos que no pueden ser otra cosa. Y es acabar con España como nación de ciudadanos libres e iguales, porque nuestros separatismos quieren “cupos” y privilegios diversos y para ello necesitan desmontar el ordenamiento jurídico actual.
Así que Borja Semper ha hecho, como muchos otros ‘populares’ a lo largo de la historia, de “tonto útil” del nacionalismo. El PP se lo debería hacer mirar. El PSOE no, porque sabe a lo que juega, y en qué fase está de su historia: en recuperar la “República Federal Española” que proclamó Lluís Companys en 1934 desde el balcón de la Generalitat para integrar al “Estado catalán”.
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