Pablo Iglesias presume de ser un político de izquierdas, pero ningún dirigente de este espacio político, que no sea un jeta, se atrevería a comparar la tragedia que supuso el exilio republicano al final de la Guerra Civil con las mariscadas que Carles Puigdemont y Toni Comín se pegan a costa de los ingenuos que les pagan la fiesta. Es pura demagogia del líder de Podemos para tender puentes con el separatismo más asilvestrado de cara a las próximas elecciones autonómicas.
La poca vergüenza que ha tenido Iglesias a la hora de comparar a un populista como Puigdemont que dio un golpe de Estado para acabar con los derechos cívicos de millones de catalanes con los que tuvieron que huir de España para no ser capturados por el régimen franquista, tras una larga y feroz contienda civil, merecería su dimisión. Comparar a un nacionalista populista como el ex presidente fugado con los que acabaron en Francia en un campo de concentración, o exiliados por medio mundo, es una indecencia que ningún dirigente que se autodenomine de izquierdas debería hacer.
Como Iglesias es un demagogo que ha demostrado que solo le importa el poder para poder colocar a su camarilla y para poder subir de estatus social, no dimitirá. Pero bueno que es muchos ciudadanos de izquierdas, como hizo el ex diputado socialista Joan Ferran, le hayan recriminado su actitud.
Puigdemont, Ponsatí y Comín no son “exiliados”, son prófugos de un país democrático, España, para evitar ser juzgados por graves delitos contra la democracia. Y desde el Gobierno de España no se puede caer en el error de blanquear a estos delincuentes que han huido de la justicia.
Más que nada porque si todos los ciudadanos hemos de cumplir las leyes, entre ellas la de pagar impuestos para sostener los sueldos de la camarilla de Iglesias, el vicepresidente 2º no puede contemporizar con aquellos que huyen del país para evitar la acción de la justicia. ¿O le gustaría que millones de españoles también nos saltemos la leyes y practiquemos la “desobediencia fiscal” y no le pagaramos el sueldo? Los gobernantes han de dar ejemplo, y un vicepresidente del Gobierno de España, aún más. (Sergio Fidalgo es director de elCatalán.es)
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