Por mucho que diga la Guardia Urbana de Barcelona, en un intento patético por parte de Ada Colau de hacerse la simpática con los secesionistas, no había ni de broma un millón de personas en la manifestación del 11-S. Eran muchos, centenares de miles, quizás los 225.000 que ha dicho SCC o los 300.000 de la Delegación del Gobierno, pero la cifra de la policía local es, simplemente, una exageración.
Se sabía antes que se celebrara la manifestación que la cifra mágica era el millón. Que aunque hubieran sido Carles Puigdemont, su señora, Lluís Llach y el club de fans de Els Pets los únicos que hubieran ido los secesionistas y sus aliados con o sin uniforme iban a ‘vender’ esa cantidad de participantes en la concentración.
Han sido muchos menos que en otras ocasiones, y para darse cuenta de ello no hace falta ser un malvado unionista deseoso que menguara la participación. Se veía en la gente que había en las calles, se veía como de manera preventiva las entidades convocantes habían escogido un recorrido más fácil de llenar que cuando llenaron la Diagonal y la Gran Vía o la Meridiana y se ha visto en las fotografías aéreas.
Si se quieren creer sus mentiras, allá ellos. ¿Un millón? Ya puestos, ¿por qué no dos millones? ¿O tres? La manipulación secesionista da mucha pena, si no fuera porque nos está llevando a una confrontación civil al estar continuamente sembrando cizaña.
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