La deriva que está viviendo la sección catalana del sindicato es muy grave. El separatismo ha sumado un gran éxito al conseguir hace unos días la reelección al frente de esta organización de Camil Ros. Ros es un independentista fanático, que en su juventud fue dirigente de Maulets, la Jarrai catalana, pero que hizo los primeros pinitos serios de su carrera política al frente de las también muy radicales juventudes de Esquerra Republicana.
Tras ser captado por Pepe Álvarez, el actual secretario general de la UGT federal y entonces responsable de la sucursal catalana, para los puestos de dirección del sindicato en Gerona, Ros fue escalando hasta conseguir ser la cabeza visible de la organización a nivel catalán, y fue colocando a sus peones, muchos de ellos radicales separatistas.
Camil Ros ha sido muy activo en defensa de lo que denomina “presos políticos” y ha convertido a un sindicato de clase en algo muy parecido a un casal independentista. La estrategia del ‘entrismo’ separatista ha servido para apoderarse de lo que antaño fue el sindicato socialista, y que cada vez lo es menos para caer en manos del secesionismo más excluyente.
Que Matías Carnero sea el presidente de la UGT catalana es solo una anécdota en una organización en la que el separatismo tiene cada día más peso, y solo sirve para intentar disimular lo que es una evidencia: que los socialistas cada día pintan menos en este sindicato que fundó Pablo Iglesias.
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