La definición clásica establece al consentimiento como la exteriorización de la voluntad para aceptar derechos y obligaciones. Sin embargo el consentimiento nunca y en ningún ordenamiento jurídico se ha considerado inequívoco y universal, porque está sometido a factores que limitan ese mismo consentimiento, como por ejemplo cuando el consentimiento de obtiene por la fuerza con violencia o intimidación, cuando se produce un error en el consentimiento, permitiendo algo que en realidad no se pretende hacer, o cuando media un engaño para conseguir ese consentimiento.
Otro factor determinante limitador del consentimiento es la capacidad de una persona para otorgar ese consentimiento. Es así como tradicionalmente las personas que no tienen legalmente capacidad de obrar, como los incapacitados y los menores, precisamente para protegerlos, no pueden consentir en cuestiones determinantes para su vida.
Desde la segunda mitad del siglo XX la izquierda ha desarrollado una «nueva teoría del consentimiento», que elimina las cortapisas que tienen los menores para prestar consentimiento para tener relaciones sexuales con otros menores, y lo que es más preocupante, con adultos. Sigmund Freud fue el primero en teorizar sobre la sexualidad de los niños, pero fue Michel Foucault el que estableció una teoría elaborada, que abogaba por la relación sexual libre entre adultos de cualquier edad, con niños menores de cualquier edad.
Fue así como con la aportación del también francés Guy Hocquengheim con su «Teoría queer» sobre la identidad gay, y del norteamericano Daniel Dennett con su «Teoría del libre albedrío», introdujeron lo que se denominó «la pedofilia no abusiva». Mientras Foucault y Hocquengheim consideraban que el consentimiento era una mera cuestión verbal y contractual entre un hombre o mujer, con un menor, Dennett admitía que a veces ese consentimiento del menor no es un consentimiento real, porque puede estar viciado por la persuasión del adulto para que el niño consienta en tener relaciones sexuales con él.
Hocquengheim y Foucault eran abiertamente homosexuales y sobre éste último, el filósofo y prestigioso periodista Guy Sorel, dijo que en Túnez tiraba dinero al suelo para que lo recogieran los niños, a los que citaba en el cementerio de la ciudad para tener relaciones sexuales con ellos. Foucault murió de SIDA en 1984.
Esta perniciosa ideología consagrada en el lobby de la North American Man/Boy Love Association radicado en Nueva York y San Francisco, aboga como su nombre indica, por eliminar la edad mínima pera tener relaciones sexuales y promover iniciativas legislativas en ese sentido, y en España es el partido político Unidas Podemos y sus confluencias de Comunes y similares, los que sin ningún género de dudas convierten en ideología política lo que era y es una ideología degenerada, cuyos actos son penados por la Ley.
Sin embargo esta irrupción de la «nueva Teoría del consentimiento» se está encontrando un camino allanado por el PSOE, que en la reforma del Código Penal de 1995 promovida por el Ministro de Justicia Juan Alberto Belloch, se eliminó el delito de corrupción de menores y el delito de estupro, que es aquel que condena una relación sexual con un menor de edad. valiéndose del engaño o de la superioridad que se ejerce sobre el menor basada en una relación familiar o de obediencia. El nuevo empujón que le ha dado el PSOE a la nueva Teoría del consentimiento, es la conocida Ley del si es si o Ley Orgánica 10/2022 de garantía integral de la libertad sexual, que consagra el consentimiento otorgado, sin profundizar en las causas ni en los medios para conseguir el consentimiento.
Otra faceta de la teoría socialista y podemita del consentimiento va relacionada con la llamada Ley Trans o Ley 2/2021 de igualdad social y no discriminación por razón de identidad de género, expresión de género y características sexuales, cuando abre la puerta para que los menores se puedan hormonar libremente desde los catorce años, con la intención de cambiar de sexo. Otra duda que suscita la legalización de la nueva Teoría del consentimiento, se relaciona con que si los menores pueden prestar consentimiento para mantener relaciones sexuales a cualquier edad, es de suponer que los menores incapacitados también están incluidos en esa categoría, cuando la realidad es que tanto unos como otros no están capacitados para prestar consentimiento, porque ese consentimiento viene sin duda viciado por la coacción o la persuasión que ejerce sobre ellos el adulto.
Desde mi escaño en el Congreso de los Diputados, con mis cincuentaiún compañeros, procuramos elaborar leyes justas que beneficien al pueblo español, y evitar que el Gobierno promueva leyes injustas o deficientes, pero lo que constituye una auténtica novedad en el sistema parlamentario, es que los diputados de izquierdas presenten a votación en pleno nuevas leyes inmorales y contrarias a cualquier ética elemental, que pretenden legalizar actitudes execrables, condenadas hasta ahora con las máximas penas que la Ley permite, promoviendo aberraciones sexuales en las que los niños y las niñas quedan irremisiblemente situados en la situación de víctimas, protegiendo la ley a sus agresores.
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