El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y su partido asociado en Cataluña, el PSC, han completado una sorprendente metamorfosis en su relación con EH Bildu. Lo que antes era una línea roja inquebrantable, desde la llegada de Sánchez al poder es una puerta abierta a la negociación constante. El camino a la Moncloa parece haber justificado cualquier alianza.
Esta nueva realidad política sitúa a Bildu, heredero político del entorno de ETA, en una posición central. Su apoyo es vital para la supervivencia del Gobierno de Pedro Sánchez. La necesidad de votos ha dinamitado principios éticos que antes se consideraban fundamentales en el socialismo.
La investidura de Sánchez en noviembre de 2023 fue la culminación de este proceso. Los siete votos de la formación abertzale resultaron esenciales para revalidar la coalición con Sumar. El PSOE aceptó el apoyo de un partido que aún evita condenar explícitamente el terrorismo de ETA.
Este apoyo no es gratuito. Se traduce en acuerdos concretos que benefician a la formación liderada por Arnaldo Otegi. Uno de los más sonados fue el pacto en Navarra, cediendo la alcaldía de Pamplona a Joseba Asirón (Bildu) a finales de 2023.
La abstención de Bildu en la investidura de la socialista María Chivite en Navarra en 2023 también evidencia la estrategia. Este movimiento permitió al PSN gobernar en la comunidad foral, consolidando lazos políticos incómodos para gran parte del electorado moderado.
La normalización se extiende más allá de los pactos de gobierno. Bildu ha apoyado iniciativas legislativas cruciales para el Ejecutivo. Votos a favor en Leyes importantes, a cambio de concesiones concretas, como se vio en la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana, la conocida como «Ley Mordaza» que aunque sigue empantanada fue un nuevo paso en el blanqueamiento de esta formación que cuenta en sus filas con ex miembros de la banda terrorista ETA.
Y que la contrapartida más evidente de estos pactos es clara: la izquierda radical abertzale gana legitimidad institucional. El discurso de que Bildu es una fuerza democrática más cala, a pesar de su pasado a condenar rotundamente y renegar de la violencia y el dolor causado por ETA. El blanqueamiento mediático e institucional es evidente.
La ciudadanía asiste a una erosión paulatina de los consensos básicos. La política de bloques y la obsesión por el poder han redefinido la ética de los pactos. Bildu ha pasado de ser un paria político a un socio imprescindible. Este camino despejado para Bildu, gracias a la necesidad socialista, les permitió incluso rozar la presidencia en las elecciones vascas de abril de 2024. El entorno proetarra está cerca de tocar poder gracias al efecto desmovilizador de la condescendencia de Ferraz y del PSC.
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