El separatismo catalán siempre ha tratado con la máxima virulencia al que considera su ‘enemigo’, que va mutando año a año según los intereses coyunturales de este movimiento de raíces totalitarias, sobre todo para mantener la cohesión interna apelando a la existencia de dicho ‘enemigo’.
Lo han sufrido muchos dirigentes del Partido Popular como Alejandro Fernández o Xavier García Albiol, alguno del PSC como Miquel Iceta y, sobre todo, los de Ciudadanos con Inés Arrimadas o Albert Rivera a la cabeza. A los socialistas les han llamado “carceleros”, a los ‘naranja’ prácticamente de todo, y a los populares de “traidor” para arriba.
Separatistas llegaron a desinfectar las calles por la que había pasado Arrimadas y el comercio de la madre de Rivera ha sido vandalizado al menos en una docena de ocasiones. Una vez que Cs ya no es la principal fuerza del Parlament, situación que les puso de los nervios, han vuelto a girar.
El objeto principal del odio separatista es en la actualidad VOX, se ha convertido en el elemento que sirve al secesionismo para ‘unirse’ ante lo que consideran ‘enemigo’. Recordemos la violencia física que vimos hacia los líderes de esta formación en las últimas elecciones autonómicas. Nada nuevo, el separatismo siempre ha de tener un adversario principal, generalmente el que encuentran más molesto o el que más puede cohesionar a sus filas.
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