El separatismo lo corrompe todo, dado que su visión tribal de la sociedad no permite disidencias. En la Cataluña secesionista solo impera la adhesión inquebrantable al clan y a quién muestra un atisbo de duda se le destierra al infierno de los discrepantes.
Un buen número de profesores universitarios, periodistas, artistas, escritores e intelectuales de diversas disciplinas han sido, primero, ignorados; luego señalados y al final, condenados a la muerte civil. Todo ello por llevar la contraria al independentismo. Y ahí está la “memoria histórica” como herramienta más que útil para desacreditar al adversario político.
Cuando escuchen la expresión “memoria histórica” en boca de un separatista o de sus compañeros de viaje de los ‘comunes’ ya saben que les espera una milonga que insultará su inteligencia. Y, además, la habrá pagado generosamente con sus impuestos. Porque al separatismo y a los comunes sus fanatismos, que los extienden entre toda la sociedad, se los sufragamos con dinero público.
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