El próximo 3 y 4 de mayo se realizará la prueba externa final de ESO. Su objetivo es saber el nivel del alumnado de todos los centros y, con ello, si el centro está mejorando, se mantiene o está empeorando. Es una información importante para el Departamento de educación, pero no sirve para mejorar el interés del alumnado en aprender y mejorar su nivel de conocimientos, que es lo importante.
Para que las evaluaciones finales de etapa en 4º de ESO sirvieran para motivar a los alumnos a aprender lo establecido, bastaría con informar a los centros que las calificaciones obtenidas en estas pruebas deben ser tenidas en cuenta, en una determinada proporción, en el cálculo de las calificaciones finales del alumno, es decir en la decisión de si el alumno aprueba o no aprueba la ESO. Esto no contradice el criterio de la LOMLOE de que la calificación final del alumno es responsabilidad del centro educativo.
Estas pruebas se pasan en el mismo centro, en unos mismos días y para que sean realmente externas se debe mantener que los profesores que las pasan, las vigilan y las corrigen deben ser funcionarios docentes externos al centro, elegidos por sorteo para constituir los tribunales.
Las pruebas deben comprender exámenes de todas las materias básicas, como mínimo, exámenes de: “Lengua y literatura catalana”, “Lengua y literatura castellana”, “Matemáticas”, “Geografía e Historia”, “Lengua extranjera”, “Física y Química” y “Biología y Geología”. Si se considerara que esto supone un gran gasto, se podrían hacer utilizando ordenadores, mediante preguntas de tipo test, con preguntas de cuatro respuestas de las cuales solo una de ellas es la correcta y con un programa que las corrigiera automáticamente.
Los resultados de estas pruebas se deberían comunicar a los centros y a los padres de los alumnos, antes de recibir las calificaciones finales. Además se podrían establecer cuatro categorías de centros en función de sus resultados (A, B, C y D) y, posteriormente, se debería hacer público en qué categoría ha quedado encuadrado cada centro. De esta forma las familias dispondrían de una información muy conveniente para decidir en qué centro matricular a sus hijos.
La conveniencia de alcanzar una buena nota en estas pruebas provocaría que en todos los centros se impartiera los contenidos establecidos, con el fin de que sus alumnos pudieran superar dichas evaluaciones. Esto provocaría las siguientes mejoras en el sistema educativo:
- Mejoraría el nivel de conocimiento de los alumnos, su capacidad de esfuerzo y la adquisición de hábitos de estudio, dado que, al tener que superar una prueba externa para poder seguir los estudios, los alumnos se sentirían mucho más estimulados a estudiar.
- Los profesores podrían desarrollar mucho mejor su profesión, ya que sus alumnos estarían más interesados en aprender, además ellos tendrían más interés en actualizar sus conocimientos y métodos didácticos, ya que todo ello sería conveniente para poder preparar mejor a sus alumnos. Por otro lado, verían reconocido públicamente su esfuerzo, lo cual no sucede ahora, ya que cada profesor es el que da la calificación final del alumno, sin que nadie lo compruebe.
- Se aseguraría un buen nivel inicial en todos los alumnos que acceden a la FP y al Bachillerato, evitándose así la posterior degradación de estas etapas educativas.
- Se igualarían los contenidos y los niveles de todos los centros, tanto en los públicos como en los privados. Esto posibilitaría que todos los alumnos tendrían las mismas posibilidades de formación académica. Actualmente, si un alumno vive en un barrio con conflictos sociales y económicos graves, en la escuela ya no encuentra una vía hacia la excelencia académica.
- Existiría un control objetivo y continuo por parte de la Administración de la calidad de todos los centros educativos, dado que dispondría de un elemento objetivo para la evaluación de centros, de los equipos directivos y de los profesores. Evidentemente, para esto sería necesario considerar los datos de unos cuántos años y comparar centros del mismo contexto social. No hay mejor evaluación de un centro que observar el resultado continuado de sus alumnos. Además se podría asegurar a las familias, que las calificaciones que dan los centros reflejan realmente los conocimientos adquiridos por sus hijos.
- Contribuirían a orientar a los alumnos hacia aquellos estudios en los que podrían tener más posibilidades de éxito académico. Introduciendo las preguntas adecuadas en las pruebas externas, se podría detectar qué alumnos están preparados para acceder a un tipo de estudio u otro. Cabe recordar que en muchos países europeos (Alemania, Suiza, Dinamarca, etc.) dos tercios de los alumnos cursan Formación Profesional y solo un tercio cursa Bachillerato, mientras que aquí se da justamente la proporción contraria.
Actualmente, al no existir evaluaciones externas al final de la ESO con valor académico, es decir cuyo resultado influye en la calificación final del alumnado, los centros se ven obligados a aprobar a muchos alumnos que, en realidad, no han llegado a los mínimos establecidos, ya que si no lo hicieran así, sus alumnos se irían a repetir curso a otros centros más permisivos y el centro, al cabo de pocos años, ya no tendría suficientes alumnos con los que formar los grupos. Y, lo que es peor, este bajo nivel de exigencia ha generado que muchos alumnos ya no se esfuercen, ni adquieran hábitos de trabajo, ni capacidad de esfuerzo, por lo que, en consecuencia, cada vez se aprenda menos en nuestros centros, por mucho que se esfuerce el profesorado.
Recientemente un sindicato de educación, lamentablemente muy votado, ha propuesto la eliminación de las pruebas finales de etapa en 4º de ESO, lo cual es un grave error. Su posición ideológica es siempre la del mínimo esfuerzo, siempre está luchando para que el profesorado interino ascienda a funcionario sin hacer oposiciones, a que el alumnado obtenga las titulaciones sin superar evaluaciones externas, etc. Ese sindicato y los otros sindicatos que piensan lo mismo son los culpables de que la profesión docente sea tan difícil, que casi nadie quiera seguir en ella en cuanto llega a los 60 años y que muy pocos jóvenes quieran ser profesores.
Antonio Jimeno. Presidente del Sindicato AMES
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