Joaquín Luna se ha convertido en el gran articulista barcelonés de temas mundanos. Sus columnas en ‘La Vanguardia’ sobre divorciados y divorciadas, el gozo de vivir y el placer de disfrutar de una buena velada con los amigos son de esos pequeños placeres que te alegran el día. Sobre todo en una Cataluña enloquecida desde el punto de vista político.
De ahí que sea imprescindible que compren — y lean — su último libro, ‘Esta ronda la pago yo’ (Libros de Vanguardia), una crónica muy personal de lo que es — y lo que debería ser — un noctámbulo, y sobre cómo ha evolucionado a peor la vida nocturna en Barcelona. La capital catalana ha pasado de ser una de las ciudades más locas y divertidas del mundo, a finales de los 70’s, a sorprender en el 2022 a unos bailarines holandeses que se quedaron sin cenar a medianoche tras una actuación pensando que era una urbe en la que se vive la vida loca.
La Barcelona nocturna es, según denuncia con acierto Luna, una ciudad pequeña, que ha renunciado a ser una metrópoli de talla mundial para no llegar ni a capital de provincias. De hecho, hay mucha más ‘marcha’ en oscuras ciudades del interior de España que en el feudo de Ada Colau. La comparación con Madrid hace años que dejó de tener sentido, ahora jugamos en la Liga de Salamanca, Vigo y Granada. Y no precisamente para ganar el campeonato.
La necesidad de compaginar el merecido derecho al descanso con el de poder disfrutar de una vida nocturna es un debate imposible en Barcelona. Hace años que el consistorio, y las fuerzas vivas de la ciudad, decidieron que el camino era la represión del noctámbulo, con una sucesión de trabas que están convirtiendo la ciudad en un erial. Lo de cenar pasada la medianoche es aventurarse a buscar garitos de cualquier pelaje que al rato bajan la persiana y lo de tomar una copa a según que horas es arriesgarse a que la Guardia Urbana te haga una visita.
Pero este libro es mucho más que una descripción de la decadencia de la noche barcelonesa. Ante todo es un libro vital, y divertido, en el que se analiza la fauna noctámbula, y en el que el autor explica sus recuerdos más gratos de décadas de salidas. No falta la reivindicación de Tokio, una ciudad excesiva en todos los aspectos, como ejemplo de la tolerancia gubernamental hacia los noctámbulos. En este enlace pueden comprarlo.
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