El catalán es una riqueza de todos los españoles, forma parte de nuestro patrimonio cultural, pero el separatismo se ha empeñado en convertirla en la lengua del totalitarismo y la exclusión, y está consiguiendo que su uso social recule. La ofensiva del independentismo más radical para imponer el catalán a cualquier precio está consiguiendo el efecto contrario.
El nacionalismo catalán solo tiene un elemento diferenciador para construir «su» nación: la lengua catalana. No hay otro parámetro que diferencie a Cataluña del resto de España. Y los partidos separatistas se han empeñado en convertirlo en el idioma de «su» régimen. No solo subvencionando para promover su uso, sino imponiendo. No dando facilidades para su extensión, sino multando y señalando. Las multas lingüísticas a comerciantes pueden ser el aspecto más llamativo de su política coactiva, pero no es el único.
La ofensiva pancarta de la plataforma secesionista ‘Som escola’ que luce en la entrada de centenares de colegios con el lema «por un país de todos, la escuela en catalán» resume la cosmovisión totalitaria del separatismo más cerril. Se trata de imponer su uso, sin seducir, sin convencer y sin respetar los derechos de los niños a recibir la enseñanza en su lengua materna.
Cuando Ada Colau ordena que se cuelguen carteles en catalán, urdú, árabe y tágal, ignorando el español, sabe lo que hace. Cuando las administraciones públicas que controla el separatismo y sus aliados envían las comunicaciones a sus ciudadanos solo en catalán, y usan en exclusiva este idioma para la rotulación de las calles, señales y cárteles, saben lo que hacen. Cuando estas mismas administraciones subvencionan a entidades como Plataforma per la Llengua para que espíe en que lengua hablan los niños en el patio o para que ‘señale’ a comercios que no usan este idioma, saben lo que hacen.
Cuando personajes públicos de la órbita separatista señalan a camareros o dependientas por no haberles atendido en catalán buscan el escarnio público, que dichos establecimientos sean linchados en redes sociales para dar un aviso a navegantes. El catalán, un bello idioma dotado de un amplio acervo cultural, está siendo manipulado por totalitarios que quieren usarlo para sus fines políticos. Y están consiguiendo el efecto contrario.
Que el Mago Lari, que ha hecho buena parte de su fortuna montando sus shows en español, diga en TV3 a unos niños, mientras les explica un cuento disfrazado de monstruo, que «voy a hablar en castellano porque así parezco más malo» no es una anécdota. Es el clima que se está instalando en Cataluña por culpa del separatismo.
El futuro pinta mal para el catalán si se sigue convirtiendo en el idioma de la exclusión, totalitarismo e imposición. Sus teóricos ‘defensores’ lo están matando poco a poco. Si el resto de catalanoparlantes no reaccionan para acabar con el uso político de este bello idioma, se acabará convirtiendo en la lengua de la administración y la subvención, mientras es ignorado en la calle.
Cuando lo hagan y les paren los pies a los totalitarios que lo quieren imponer, podrán contar con la complicidad de muchos catalanes castellanoparlantes que estarán encantados de promocionar el uso social de un idioma que es patrimonio de todos. Pero han de ser ellos quienes den el primer paso. Sobre todo porque más del 75% de los votos de los partidos separatistas que están imponiendo estas políticas lingüísticas totalitarias son de ciudadanos catalanoparlantes.
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