En Cataluña se ha producido un mutación de la fe de la religión católica a la la adoración de la “estelada” y la “República catalana”. En la fachada de algunas iglesias se han cambiado los mensajes de solidaridad por pancartas con propaganda política separatista.
Un claro ejemplo de esta degeneración de la Iglesia catalana lo vemos en la popular parroquia de Sant Medir en Barcelona, en el barrio de Sants, es que lo religioso cada vez importa menos y lo que importa a muchos sacerdotes y feligreses secesionistas es la idolatría de la estelada, símbolo que representa la pureza de raza excluyendo a la mitad de los catalanes que no comulgan con el independentismo.
Por eso en Semana Santa se organizan procesiones en pueblos de la Cataluña rural con pasos en los que se pasean urnas de la consulta ilegal del 1 de octubre como si fueran santos o vírgenes. Sin olvidar a los sacerdotes-propagandistas que se han dedicado a colgar en los campanarios de iglesias románicas banderas esteladas o imágenes del Rey Felipe VI cabeza abajo. O que haya templos presuntamente católicos con propaganda secesionista en el altar.
La Iglesia catalana está degenerando ante la complicidad de su jerarquía, con el arzobispo Juan José Omella a la cabeza, que permite estos desmanes de sacerdotes fanáticos vendidos al separatismo, desprotegiendo a los feligreses que solo quieren vivir su fe sin manipulaciones políticas del nacionalismo.
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