El RCD Espanyol es especialista en tirar la temporada a la basura a la que está ocho o nueve puntos por encima del descenso, fruto de la mentalidad mediocre de los sucesivos futbolistas y equipos técnicos que han pasado por el club durante la últimas décadas — con honrosas excepciones –. Es un mal endémico en el equipo perico, porque la falta de ambición y de autoexigencia se ha convertido en la principal marca de la casa.
De ahí que la gran mayoría de futbolistas que despuntan en nuestro club lo vean como un trampolín hacia equipos mejores, y que incluso una entidad como el Betis, que no hace demasiado era un club ascensor, se haya convertido en una posibilidad más atractiva que el RCDE Stadium. Técnicos y jugadores ya no nos dejan para irse al Atlético, Valencia, Barça o Real Madrid. El abanico de destinos más deseables’ se ha ampliado. Los deportistas de calidad saben que aquí se respira conformismo y que si tienen un mínimo de aspiraciones, han de dejar el Espanyol.
La derrota contra el Mallorca duele mucho, porque nos vuelve a situar en otra temporada perdida. Sin la suficiente mordiente ni ganas para optar a posiciones europeas, el tradicional balón de oxígeno, que da esperanza a la sufrida afición perica en conseguir ‘algo’ más, es la Copa de Rey. Solo con llegar a la final se consigue un triple objetivo: luchar por un título, asegurar la participación en otro (Supercopa) y, aunque se pierda, estar muy cerca de jugar en la Europa League.
La tradicional falta de ambición perica se volvió a ver en Son Moix. Siendo, posiblemente, el partido más importante de la temporada, el que nos daba el pasaporte para los cuartos de final, no se vio un interés especial por parte de nuestros jugadores en conseguir la victoria. El fútbol es un juego, y se puede ganar o perder, pero lo que no es admisible es la derrota de manera funcionarial, como si se estuviera jugando un partido de trámite. En encuentros así hay que dejarse la vida. Pero explicar esto a una plantilla del Espanyol es tarea imposible, salvo que esté en juego el descenso. Y a veces, como vimos hace dos temporadas, ni así.
Tenemos un grave problema desde hace decenios. El estar continuamente fijándonos en el Barça, en disfrutar más de sus derrotas que en nuestras victorias y, sobre todo, el intentar salvar la temporada conformándonos con ganarles — o al menos empatarles– en el derbi en el RCDE Stadium, es la máxima muestra de nuestra decadencia. Y esto no tiene nada que ver ni con nuestro presupuesto, ni con el número de socios. El Villarreal ni nos triplica en presupuesto, ni en socios, y podemos comparar las trayectorias de ambos equipos en los últimos años, y podríamos concluir que ya nos gustaría haber conseguido sus resultados.
Urge decidir qué queremos ser, y cómo podemos crecer. Y el ser el Pepito Grillo del fútbol catalán o el club que intenta no meterse en ningún charco y llevarse bien con los poderes que demuestran que solo les interesa el Barça nos ha situado en la mediocridad más absoluta. Algún día deberemos de invertir nuestras fuerzas no en quejarnos de algún periodista hiperventilado de TV3 que nos ha vuelto a faltar al respeto, sino en tener un proyecto de club que sea ambicioso y que pueda conseguir que nuestra masa social crezca de manera importante. Y es posible. Y no hace falta ninguna solución mágica, solo tener valor y ganas, porque los aficionados pericos en potencia están ahí, solo hay que tener la voluntad de dirigirse a ellos y decirles lo que quieren escuchar y darles lo que quieren ver (foto: RCDE).
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