
Si hay alguien que se merece el refrán catalán “Bon vent i barca nova”, que se podría traducir como “a tomar viento” o “lárgate con viento fresco” u otras expresiones de alivio cuando alguien muy pesado desaparece de nuestra vista, es el trío compuesto por los prófugos Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí, tres personajes que deberían estar en prisión, pero por la inadecuada legislación española pudieron escaquearse de la acción judicial al ser escogidos, indebidamente, eurodiputados en la lista de Junts.
Y es que aunque mi deseo, y el de muchos, es que se cumpla el “Puigdemont, a prisión” que se entona en muchas concentraciones de la Resistencia al separatismo catalán, no hay que negar que es un alivio que esté bien lejos de nuestro país, porque seguro que acabaría indultado y dando por saco a los catalanes cada día con sus peroratas tras una, más que segura, corta estancia en prisión.
Por eso no deja de ser una humorada que la oficina parlamentaria que estos tres prófugos de la Justicia han abierto en la ciudad de Barcelona, y que no podrán pisar salvo que se quieran exponer a ser detenidos, juzgados e indultados, esté en la calle de “Bonaire”. Este nombre es en homenaje a la Nuestras Señora del Buen Aire (Mare de Déu del Bonaire en catalán), una de las advocaciones de la Virgen María vinculada al mundo de la marinería desde el siglo XIV. Suele representarse a la Virgen con el Niño y con un barco.
Así que el “buen aire” o el “buen viento” que mantiene la plúmbea presencia de Puigdemont lejos de los contribuyentes que le pagamos sus chollos, es el auténtico lema de esta sede parlamentaria, y no el “persistim i guanyarem [persistimos y ganaremos] que han pintado en sus paredes. Aunque se ha de reconocer que lo de “persistir” en el error es algo que en Puigdemont es ley, y lo de “ganar” también, dado que vivir del cuento en este trío de caraduras se ha convertido en todo un arte, y cada jornada que lo consiguen es una victoria para ellos.
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