En un contexto social como el actual, en el que parece conveniente tener a la población confundida y con la mente entretenida con asuntos alejados de lo doméstico, estamos viviendo el máximo esplendor del extremismo incendiario y populista del mafioso que lidera el Gobierno de España. Su llamada animosa a calentar el ambiente o, siendo más concreto e hilando más fino, a reventar las calles, aprovechando el final de la Vuelta Ciclista a España que iba a transcurrir por el Paseo del Prado de Madrid, nos ha dejado perplejos. Un llamamiento impropio de un cargo político e institucional como el suyo que supone un comportamiento inconcebible y totalmente fuera de lugar.
Para alentar a sus bases y movilizar a los exaltados ya tiene a sus pretorianos ministeriales, sin olvidar a todo aquel dispuesto a seguir la doctrina con tal de mantener su posición de privilegio o alargar el tiempo de sostenimiento sanchista. Perdura en la Presidencia gracias al control y soporte económico de los sindicatos aletargados, el allanamiento del camino a las tesis de la extrema izquierda, la sumisión ante los herederos del terrorismo y las cesiones y concesiones a la demás calaña. Todos ellos encantados con las salidas de tono y el enfoque radical que manifiesta en sus intervenciones.
El personaje, cada vez más parecido físicamente a los malos de un cómic con esa faz aguileña y pellejuda de conferenciante en una secta satánica, se supera conforme los riesgos judiciales crecen en el seno de su familia. Su oratoria y puesta en escena sabe jugar con la sensibilidad social al intentar vender su relato ante la opinión pública, en una estrategia que solo pretende desviar la mirada de la gente y contrarrestar el efecto mediático de la presión judicial que ahoga a los suyos.
Las malas costumbres del fanatismo son contagiosas. En este sentido, el gran jefe emula al amigo y socio separatista al politizar el deporte y la cultura. Le tocó al primero la semana pasada, con una dramática semana final de la Vuelta Ciclista a España, y parece que en ésta la señalada es la música eurovisiva.
Parece que no acaba de entender que el sufrimiento y la desgracia que vemos a diario nos duele a todos, sin importar ideologías o posicionamientos políticos. Todos deseamos que acabe tanto dolor y que se normalice la situación con la vuelta de la paz a Oriente Próximo. Pero eso no quita que nos duela mucho que los terroristas de Hamás, que no olvidemos fueron los que le dieron al botón de encendido al problema y tienen la posibilidad de apagarlo entregándose y dejando las armas, honren y agradezcan públicamente el alineamiento favorable de nuestros gobernantes.
Definitivamente, este tema parece destinado a ser el nuevo agarradero electoralista del sanchismo y su posible tabla de salvación. Se usará como bálsamo compensador, a base de palabrería y manejo de conciencias, al ser previsible el perjuicio que socialmente ocasionará el goteo de las sentencias judiciales en las que está implicado el círculo íntimo del presidente. En esta ocasión y apoyado en la coyuntura, el comodín electoral del franquismo que reverdece cuando se huele a urnas, compartirá protagonismo con el posicionamiento frentista contra Israel.
Sea como fuere, lo claro y evidente es que la imagen, la percepción de España en el contexto internacional y la Marca España les importa un bledo. Llegado el deseable momento del cambio de Gobierno en España, va a ser necesario un esfuerzo descomunal para reverdecer todo lo que se ha ennegrecido con el paso de semejante lastre.
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