La imputada Laura Borràs ha recibido una curiosa ‘lección’ por parte de alguien que no debería presumir demasiado. La todavía presidenta del Parlament debería, en nuestra opinión, dimitir ante la inminente apertura de juicio oral por corrupción por, presuntamente, haber troceado contratos para poder adjudicarlos, presuntamente, a un amigo suyo.
Pero que Carme Forcadell le haya dicho que “no ha de pensar en ella misma, sino en el prestigio de la institución”, sugiriendo su dimisión, es un puro chiste. Claro está que Forcadell es solo la mensajera de su partido, Esquerra Republicana, que quiere la muerte política de la presidenta de Junts. Y como el hormigón ha invadido la faz de la condenada por sedición e indultada, ha soltado el recadito.
Lástima que Forcadell no pensara en el “prestigio de la institución” cuando se dedicaba, como presidenta del Parlament, a promover un golpe de Estado violando un sinfín de derechos políticos de los partidos de la oposición. Una condenada por sedición, que ignoraba a los diputados no separatistas, que va dando “lecciones”. Esto solo se puede ver en la Cataluña del ‘procés’.
Tras las presidencias de Forcadell, Torrent y Borràs el Parlament de Cataluña ha perdido cualquier vestigio de prestigio ante los ojos de centenares de miles de ciudadanos que han visto como el sectarismo ha sido la norma de actuación de los partidos separatistas que controlan la Mesa de la cámara. Bueno será que Borràs dimita, pero no porque lo diga Forcadell.
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