El Departament d’Educació i Formació Professional de la Generalitat ha hecho públicos este martes los resultados de las pruebas orales de lengua realizadas recientemente por los alumnos de sexto de primaria y cuarto de ESO en Cataluña. Los datos, que confirman las conclusiones obtenidas en 2023, muestran una realidad tan evidente como incómoda para el gobierno catalán: tras décadas de inmersión lingüística obligatoria en catalán, los alumnos hablan mejor castellano que catalán.
Este resultado, lejos de ser anecdótico, pone en cuestión la eficacia de un modelo educativo que ha marginado sistemáticamente el uso del castellano como lengua vehicular en las escuelas. Pese a que el catalán ha sido impuesto como lengua principal de enseñanza, los estudiantes desarrollan una competencia oral superior en castellano. Una paradoja que señala directamente al fracaso de una política lingüística basada en la exclusión del español del sistema educativo catalán.
La Generalitat ha intentado durante años justificar la inmersión lingüística como una herramienta para proteger el catalán y asegurar su uso entre las nuevas generaciones. Sin embargo, los propios datos oficiales revelan que el dominio real de los alumnos en esta lengua no es el deseado. De hecho, su competencia oral en catalán es inferior, a pesar de que se les enseña casi exclusivamente en ese idioma desde los tres años.
El hecho de que los alumnos hablen mejor castellano no se debe a lo aprendido en la escuela, sino al peso innegable del español en la vida cotidiana. Series, películas, música, redes sociales e incluso las conversaciones en el patio o fuera del entorno escolar se desarrollan en su mayoría en castellano. La realidad social y cultural de los jóvenes catalanes choca de frente con la normativa educativa impuesta desde las instituciones autonómicas.
No es solo que el sistema de inmersión lingüística no logre sus objetivos: es que además ha contribuido a una situación de desequilibrio, donde el catalán no se afianza como lengua de uso natural y el castellano se impone por su presencia global. La Generalitat ha ignorado sistemáticamente esta evidencia, manteniendo una política educativa que no refleja ni respeta la pluralidad lingüística real de la sociedad catalana. Además, los alumnos son perjudicados porque no aprenden el registro culto del español porque en la escuela no se usa como lengua vehicular, ni tampoco el del catalán por el fracaso del sistema de inmersión..
Mientras tanto, la convivencia lingüística se ve lastrada por una visión ideológica que utiliza la lengua como instrumento político en lugar de apostar por un enfoque pedagógico equilibrado. El resultado es una generación de estudiantes que no solo no domina el catalán como se pretende, sino que tampoco ha tenido la oportunidad de aprender en igualdad de condiciones en su lengua materna, en muchos casos el castellano.
La falta de autocrítica por parte del Departament d’Educació ante estos datos es preocupante. No se han anunciado cambios en el modelo de inmersión ni una revisión de la política lingüística educativa, a pesar de que los resultados demuestran claramente que los objetivos no se están cumpliendo. La imposición del catalán como única lengua vehicular no ha logrado mejorar su uso, pero sí ha generado desigualdades.
El fracaso de esta estrategia es ya difícil de ocultar. Ni el adoctrinamiento político ni la exclusión del castellano han conseguido revertir la tendencia: los alumnos catalanes siguen hablando mejor en español, no gracias al sistema educativo, sino a pesar de él. Ha llegado el momento de repensar un modelo que ha demostrado ser ineficaz y profundamente injusto con una parte importante del alumnado.
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