En los últimos días, todos hemos quedado conmocionados por la virulencia de los ataques despiadados a un pequeño de 5 años, residente en Canet de Mar, cuyos padres han tenido la osadía de desafiar al régimen nacionalista imperante en Cataluña con la simple petición de un derecho: el derecho de su hijo a recibir educación también en español.
No será este niño ni el primero ni el último en ser acosado por las huestes nacionalistas. Antes que él, en Balaguer, Mataró, Castelldefels… otros niños y otros padres sufrieron los insultos y las amenazas de gentes desalmadas que se comportan como auténticos totalitarios, de esos que en la Alemania de Hitler hubieran hecho carrera.
Pero nunca como ahora el asunto ha tenido tal resonancia en los medios de comunicación ni ha concitado tantos reproches, nunca como ahora habían llegado a la opinión pública un cúmulo de desmanes tan alarmante: un profesor de universidad amenazando con apedrear la casa del niño; un mosso de escuadra animando a hacerle apartheid y dejarlo solo en clase; fanáticos pidiendo su expulsión del colegio y boicot al negocio de los padres; un catedrático de Derecho Penal y tertuliano de TV3 apelando a la intervención de la fiscalía para investigar si los padres son unos maltratadores por poner a su hijo en situación de riesgo al pedir clases en español; comentarios de lectores en La Vanguardia pidiendo que se arrebate el niño a sus “papis fachas” y llevarlo a un orfanato; todo un exvicepresidente del Gobierno acusando a los padres demandantes de ser ultras; sindicatos de enseñanza colocándose al lado del poder y despreciando los derechos del niño; el flamante consejero de la Generalidad (de apellido muy español, por cierto) solidarizándose con los padres que no quieren ni una hora de español y sin una palabra de comprensión para la familia acosada; un todopoderoso presidente de la Generalidad que reafirma su apoyo sin fisuras al régimen lingüístico de todo en catalán, nada en español y promociona manifestaciones contra el derecho de estudiar siquiera un poquito en español.
Toda esta exhibición apabullante de fuerza, el rechazo tan desproporcionado a algo tan insignificante como es un miserable 25% de horas en español, no ha hecho sino poner una vez más (pero más que nunca antes) en evidencia la clamorosa mentira que constituye la inmersión lingüística.
Siempre hemos oído a los defensores de la inmersión que es un modelo de éxito y de cohesión social. Que esto es falso puede verlo cualquiera que no quiera ser engañado, pues no hay más que reparar en el elevado abandono escolar que se produce en Cataluña, por encima de la media española; que los alumnos catalanes tienen mejor nivel de español que los de otras comunidades, como aducen para justificar este régimen abusivo, es algo indemostrable, puesto que no existe ninguna prueba común que así lo avale. Pero lo que ahora, con este caso, ha resultado totalmente desenmascarado es el timo de la cohesión social. ¿Qué grado de convivencia y de integración muestran los padres de un colegio cuando se niegan rotundamente a que sus hijos reciban ni una hora de enseñanza en la lengua de la mayoría de los niños de Cataluña? ¿Qué cohesión social es esa que impone un 100% de las clases en la lengua del 37% de catalanes y un 0% en la de un 52% (datos de la Generalidad)?
Y es que la cohesión social solo se puede construir sobre el respeto a la igualdad de derechos, nunca sobre la desigualdad que supone educar a unos niños en su lengua materna y privar a otros de educación en la suya, precisamente la lengua oficial mayoritaria de Cataluña.
Todo esto pudo quedar oculto o difuminado en el pasado, pero en esta ocasión los desaforados ataques, destinados a amedrentar al resto de padres que pudieran seguir el camino de Canet, han revelado en toda su crudeza la verdad de la inmersión: ni resultados pedagógicos ni cohesión social, solo supremacismo, la creencia antidemocrática de que el catalán es la única lengua de Cataluña por el simple hecho de que es la lengua de aquellos cuyos antepasados llegaron antes. ¿Por qué ha de pesar más los años de antigüedad de una lengua en una tierra que el número de habitantes de esa tierra que la hablan? ¿Por qué la lengua del 37% de catalanes ha de tener preferencia sobre la lengua del 52% de la población?
Pero es que el catalán se está muriendo y hay que salvarlo, dicen. Poco les importa, sin embargo, la muerte del aranés: los niños araneses no son obligados a estudiarlo absolutamente todo en aranés. Tampoco les importa mucho la amenaza de potentes lenguas extranjeras, pues bien que en la enseñanza catalana se pueden impartir clases en inglés para reforzar esa lengua. Se ve que ello no constituye peligro alguno para la supervivencia del catalán, pero, ¡ojo!, una sola hora en español es incuestionablemente letal para la lengua catalana.
Nunca como antes, esta cerrazón, esta intransigencia, que podríamos con derecho denominar totalitarismo lingüístico, ha quedado hasta tal extremo con sus vergüenzas al aire. El rostro feo, represivo, iracundo, intolerante, vociferante de la inmersión obligatoria ha salido a la luz en toda su crudeza. Y todo gracias a ese niño de cinco añitos, a esa familia, que con su firmeza frente a las turbas fanáticas, con su dignidad y su valentía, han abierto los ojos de muchos y mostrado el camino de Canet, el camino de la esperanza, para que otros padres se decidan a reclamar aquello que hasta ahora no habían osado ni siquiera formular por miedo a las represalias que sus hijos pudieran sufrir.
Y es que las amenazas pierden ya su poder disuasorio, porque los padres saben que, a partir de ahora, no van a estar solos: asociaciones cívicas, políticos de distinta ideología, intelectuales, periodistas, incluso catalanistas de buena fe, comprenden que la razón está de parte de esos padres. Las cosas nunca volverán a ser como antes. Se vislumbra la esperanza en el camino de Canet.
NOTA: En estos momentos de crisis y de hundimiento de publicidad, elCatalán.es necesita ayuda para poder seguir con nuestra labor de apoyo al constitucionalismo y de denuncia de los abusos secesionistas. Si pueden, sea 2, 5, 10, 20 euros o lo que deseen hagan un donativo aquí).
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.