Que el Barça fue un equipo mimado por el franquismo es un extremo harto conocido, a pesar de los intentos de la potente máquina de propaganda culé para intentar ocultarlo. Ya he explicado varias veces en este mismo medio como el actor Manolo Morán hacía referencia al “oro del Barcelona” en la película ‘Once pares de botas’ (1954), para expresar el poderío mediático que ya entonces tenía el club azulgrana.
Franco recibió varias medallas de honor del Barça, el dictador recalificó varias veces los terrenos del club para salvarlo de la quiebra y un gerente del Barça, Juan Gich Bech de Careda llegó a ser el máximo responsable del deporte español durante el franquismo. No está nada mal para un equipo que presume de haber sido “antifranquista”. Ahora presume de Lamine Yamal o de Dani Olmo, para intentar tapar que no ha pagado ninguna sanción por el vergonzoso ‘Caso Negreira’.
El Barça es el equipo del régimen. Mejor dicho, de todos los regímenes: fue uno de los equipos más mimados por el franquismo, también lo fue del régimen pujolista y ahora es el auténtico Ministerio de Asuntos Exteriores de la Generalitat secesionista. Si alguien se sorprende que los partidos separatistas defiendan siempre al Barça es que no conoce el “oro del Barcelona”, un club capaz de pagar durante veinte años al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros sin dar una sola explicación y sin que dimita nadie.
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