Hablamos Español ha convocado una manifestación en la barcelonesa Plaza de la Universidad, a las 12 h del próximo domingo día 16. El lema, que encabeza estas líneas, tiene la virtud de sintetizar los dos problemas que han convertido Cataluña en un cenagal.
En cualquier país de nuestro entorno resultaría inconcebible que, en la escuela pública, no fuera posible estudiar en la lengua oficial del Estado -en nuestro caso la lengua española, una de las más importantes del mundo- porque se impone obligatoriamente una lengua de ámbito regional.
Del mismo modo, resulta aberrante que se suministre, con más o menos sutileza, -a través de manuales, materiales didácticos y explicaciones orales- una visión deformada de la realidad histórica, con la finalidad de que las mentes escolares sintonicen con los mitos del nacionalismo catalanista.
Lo cual incluye la denigración sistemática y el fomento del odio -o el desapego absoluto, en el mejor de los casos- a la patria común española. Ningún Estado, cuya clase política estuviera en su sano juicio, toleraría ni por asomo nada semejante.
Lo que quisiéramos señalar en estas líneas es que ambas realidades -imposición lingüística y adoctrinamiento- se hayan inextricablemente imbricadas, como la urdimbre y la trama. El primer adoctrinamiento, y el más eficaz, es el que se encuentra el niño de 3 años en su primer día de colegio, cuando recibe el mensaje que la lengua de su madre no es válida en la escuela.
El 60 % de la población catalana es castellano parlante, siendo este porcentaje muy superior entre los alumnos de la escuela pública catalana. Lo contrario de lo que sucede entre los cargos políticos, donde es muy difícil encontrar apellidos no catalanes.
Así que la imposición del catalán supone un obstáculo para el progreso escolar de estos alumnos, que puede resultar decisivo en niños pertenecientes a los sectores sociales menos favorecidos o con dificultades de aprendizaje, condenándolos al fracaso escolar y a la posterior marginalidad laboral y social.
Sin solución de continuidad, el niño va intuyendo poco a poco que el motivo por el que se le impone en la escuela esa lengua que no escucha en casa se debe a que es la lengua de Cataluña.
Y como Cataluña es una nación, es lógico que el catalán sea la lengua de la escuela. Además, es justo que así sea, para superar la opresión que el brutal Estado español ha realizado de la nación catalana y de su lengua, en el pasado y en el presente.
Aunque no sea capaz de verbalizarlo con nitidez al principio, este es el mensaje que poco a poco va asimilando en la escuela, en formas cada vez más explícitas, a menudo sin el más mínimo escrúpulo por la Historia real y la legalidad constitucional. El objetivo final es que el alumno salga del colegio con una concepción victimista (nos oprime España) y supremacista (porque somos superiores)
Aceptar la imposición del catalán -mal llamada inmersión- es un acto de sumisión a un poder oligárquico.
Es aceptar que se discrimine y humille a la mayoría de los niños, a la vez que se obstaculiza su progreso educativo.
Es aceptar que se intoxiquen sus mentes con mensajes perversos, que van contra su propia dignidad y contra los intereses del Estado.
Por último, es aceptar que la fractura social, promovida por una clase política irresponsable, pueda arrastrarnos en última instancia a la secesión y a una guerra civil.
Por todo ello es importante que los ciudadanos salgan a la calle este domingo para exigir la LIBERTAD DE LENGUA.
Francisco Oya. Presidente de Profesores por el Bilingüismo. Coordinador de Enseñanza en Barcelona del Sindicato CSIF.
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