
Estoy sentada con mamá, y acaba de contarme la historia más escalofriante sobre cómo su grupo de amigos se disolvió cuando Milosevic llegó al poder.
Mamá, que es musulmana [bosníaca], era amiga de otros yugoslavos, cristianos ortodoxos, católicos y ateos. Juntos celebraban las festividades de cada uno de ellos. Mamá celebraba las Navidades cristianas con ellos, ellos celebraban el Eid [Fiesta del Cordero, principal festividad musulmana] con ella. Sus respectivos padres también mantenían amistad entre sí.
Muchos de ellos eran ateos y comunistas recalcitrantes, opuestos a cualquier religión, pero aún así acompañaban a mamá a la mezquita, y a otros amigos cristianos a la iglesia.
Se iban de vacaciones juntos. Cuando nací, vinieron para celebrar mi Aqiqah [ceremonia religiosa para los recién nacidos, equivalente al bautizo cristiano]. Se respetaban y se apreciaban de veras.
Cuando Milosevic llegó al poder y el proyecto [nacionalista] de la “Gran Serbia” empezó a propagarse [finales de los años ochenta, principios de los noventa], esa amistad empezó a desvanecerse.
A medida que se acercaba la guerra, y el racismo antimusulmán empezaba a extenderse, una de las amigas ateas de mamá cortó su relación con ella. Su nombre era Natasha, y pese a ser comunista y atea acérrima, le dijo a sus amigos musulmanes que “los musulmanes ya no eran bienvenidos en su casa”. Mamá explicaba el shock que supone oír algo así, de alguien a quien conoces desde hace tantos años, de alguien a quien quieres y aprecias.
Otro amigo, Velimir, hijo de una serbia que había sido encarcelada en Jasenovac [campo de concentración y exterminio de las fuerzas ultranacionalistas croatas durante la Segunda Guerra Mundial, donde decenas o centenares de miles de serbios fueron asesinados] y torturada por los Ustasha [ultranacionalistas croatas], también empezó a dar muestras de racismo antimusulmán.
El Velimir de antes de la guerra me quería. Me traía regalos. Venía todo el tiempo a casa para visitarme. Era como un tío para mí. Pero un día Velimir llamó a mamá y le pidió venir a vernos. Cuando lo hizo, fue para decirle a mamá que se iba a ir a Pale [cuartel general de las fuerzas nacionalistas serbo-bosnias durante la guerra, bajo el mando de Radovan Karadžić].
Mamá quedó conmocionada. Velimir había celebrado el Eid con ella. Ella había celebrado las Navidades con él. Eran buenos amigos y ahora él iba a alistarse en una guerra contra ella. Mamá recordaba cómo ese día me abrazó, como me reí con él, y cómo dijo “Cuánto te quiero. Dios mío, espero no tener que matarte”.
El resto de sus amigos se reunieron. La madre de Velimir vino para pedirle que no se alistara, para implorar a sus amigos que no le dejaran irse. Todo el mundo estaba aterrado, intentaba advertir a Velimir sobre el peligro del nacionalismo. Le recordaban, para convencerlo, el lema yugoslavo, su llamada a la “Fraternidad y unidad”. Pero Velimir se dio la vuelta y respondió que él era serbio y que era su deber trabajar por una Gran Serbia. Sus últimas palabras fueron “por favor, perdonadme si acabo siendo el que os mate”.
Se fue a Pale. Lo mataron el mismo día que salió de Sarajevo. Su madre, superviviente de un campo de exterminio, una mujer religiosa, murió de pena.
Los amigos de mamá se separaron después de aquello. Muy pocos permanecieron en contacto, aunque era un grupo numeroso de ortodoxos, católicos, musulmanes y ateos.
Mamá ha estado contándome más cosas sobre la época de antes de la guerra [en Bosnia] en estos últimos tiempos, porque el nacionalismo que ve en Norteamérica le recuerda a los nacionalismos en Yugoslavia. Es su manera de decirme que tenga cuidado. Incluso las amistades las estrechas, el cariño y los amores más profundos, fueron arrasados por el auge del nacionalismo y el racismo antimusulmán.
Lo curioso es que conservo todas esas fotografías con Velimir y con Natasha, y con otros amigos de mamá. En ellas, me abrazan, me dan besos. Pero todo el amor que sintieran por mí desapareció cuando irrumpió el racismo antimusulmán, el supremacismo étnico. Buena gente, gente buena, gente a la que quieres y que te quiere puede volverse contra ti, Y se volverá contra ti, en nombre del nacionalismo.
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Arnesa Buljušmić-Kustura (Sarajevo, 1989) es una escritora, activista e investigadora bosnio-estadounidense, especializada en etno-nacionalismos, fascismos, genocidio y conflicto en los Balcanes. Superviviente de la guerra de Bosnia y del genocidio contra los bosníacos, refugiada en Estados Unidos (posteriormente naturalizada), y actualmente residente en Londres, es autora del libro “Letters from Diaspora”, una recopilación de historias cortas sobre la guerra y la posguerra, y directora adjunta de la iniciativa “Remembering Srebrenica UK”. Este texto reproduce un hilo de Twitter que la autora (@Rrrrnesa) publicó el 29 de enero de 2017, cuando residía en Estados Unidos; ha sido traducido y publicado en español con su autorización. Web: http://www.arnesab.com/
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