El separatismo y sus compañeros de viaje del populismo ha convertido Cataluña en una tierra desagradable y violenta, en el que diversos fanatismos campan a sus anchas y se creen con el derecho de imponer sus puntos de vista a golpes de porras y de cócteles molotov. No hay ningún respeto ni por las opiniones, ni por la integridad física, de los catalanes que no son independentistas ni populistas.
La actual alcaldesa de Barcelona y el gobierno autonómico catalán han creado una atmósfera en la que la “desobediencia” a las leyes democráticas de nuestro país es algo legítimo y deseable. Así que no es de extrañar que hay “justicieros” que apuesten por atacar a los dirigentes políticos que critican sus postulados. Se comienza quitando el retrato del Rey de la sala de plenos, y se acaba con la ciudad en llama. Es la lógica de la “desobediencia” que tanto defienden Colau y Aragonès.
“Desobediencia”, por supuesto, a las leyes que no les gustan. Porque luego sí que exigen que se cumplan las normas del Ayuntamiento de Barcelona o de la Generalitat imponiendo multas y todo tipo de sanciones. Pero luego se ponen de perfil cuando se golpea a los jóvenes que en los campus universitarios intentan difundir los valores constitucionales, como le pasa continuamente a S’ha Acabat!
En Barcelona, y en el resto de Cataluña, también se vandaliza y se acosa a los militantes de VOX, Cs y PP que intentan montar carpas alrededor de Cataluña para informar de sus programas a los ciudadanos. Se lincha moralmente en redes a niños de cinco años (recuerden el llamamiento a “apedrear” la casa del escolar de Canet) y se señala a comercios, camareros y dependientes que atienden en español.
Las sedes de partidos no nacionalistas que han sido vandalizadas son docenas (PSC, PP, VOX, Cs) y los carteles amenazadores y los señalamientos de domicilios para líderes políticos constitucionalistas han sido una constante. Los tres últimos presidentes del PP catalán han recibido ataques personales o materiales, y no olvidemos como casi linchan en Vic al líder de VOX en Cataluña, Ignacio Garriga.
La violencia política se ha instalado en Cataluña, y en la inmensa mayoría de los casos es ejercida por radicales amparados por el independentismo y el populismo. Volvemos a pedir, por enésima vez, al Gobierno de España que haga algo y que defienda a millones de catalanes que estamos a merced de las bandas de la porra separatistas y populistas. Aunque nuestra esperanza es casi nula, vista la inacción hasta la fecha.
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