Si aceptamos, como pretenden algunas lumbreras del Ayuntamiento de Barcelona, que Copito de Nieve fue “el resultado del colonialismo en Guinea Ecuatorial” vamos mal. Si, como consecuencia de esos orígenes lejanos, no merece ser recordado por los barceloneses vamos peor.
Quizás ha llegado el momento de refrescar la memoria de los nuevos inquisidores mostrando, y señalando, todo lo que en esta ciudad se construyó y creó como fruto del comercio de esclavos y del expolio de las colonias. Hoy es imposible imaginar Barcelona sin el Pla de Palau, sin el Eixample, sin edificios como los del Círculo Ecuestre, sin el Banco Hispanocolonial, el Palau Moja, el Liceo, o la antigua la sede de la Compañía de Tabacos de Filipinas; sin el hospital de Sant Pau, y sin inmuebles tan singulares como son los de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona o la plaza de toros de la Monumental.
Muchas de estas realidades arquitectónicas, muchas fuentes y ornatos de la ciudad condal, se construyeron con inversiones de capital procedente de negocios transoceánicos. Negocios que abarcaban desde la venta de aguardientes al comercio del algodón, desde la venta de esclavos negros al cultivo del tabaco o el cacao. ¿Van los gestores/inquisidores de Colau a derribar todo este patrimonio urbanístico fruto de un pasado (a su entender) expoliador y poco edificante?
El Consejo Asesor de Arte Público del Ayuntamiento castigará la memoria de Copito de Nieve por haber llegado al Zoo de la mano del sistema colonial. Nuestro gorila blanco no tendrá su monumento. ¡Vale ya! Esos mismos asesores y ediles son los que obviaran el pasado esclavista de los abuelos de algunos de sus amigos y correligionarios.
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