El separatismo ha fracasado en un Diada que han celebrado en las calles de Cataluña. La ANC apenas ha sido capaz de juntar a 60.000 personas en Barcelona, según datos de Guardia Urbana. También ha habido manifestaciones en Gerona (con 6.500 asistentes), Tarragona (2.800), Lérida (3.000) y Tortosa (1.200). Ni ochenta mil personas.
La Diada, esa fiesta de exclusión que el separatismo escogió como la «fiesta nacional», es solo un sumidero de odio. Hacia España, hacia los catalanes que nos sentimos españoles y entre ellos mismos. Hubo enfrentamientos entre radicales de ultraizquierda y ultraderecha en el Fossar de les Moreres y ERC recibió abucheos de militantes independentistas en todo el territorio de la comunidad autónoma por su apoyo al PSC.
Bien hace el PP en denunciar el excesivo despliegue de TV3 para cubrir cinco manifestaciones que no tenían apenas interés informativo, dada la escasa asistencia a las mismas. Para lo único que ha servido este gasto público ha sido para que se viera en directo la magnitud del desastre separatista. Por mucho que la realización fuera ‘creativa’ no se podía ocultar la realidad.
Cada vez hay más argumentos para que el 11 de septiembre deje de ser, lo antes posible, la fiesta de la comunidad autónoma de Cataluña, y que lo sea el Día de Sant Jordi, el 23 de abril. Entre una celebración basada en el odio y la manipulación histórica y otra dedicada a ensalzar la cultura y el amor no debería haber ninguna dura.
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