
La cadena más importante de las que forman parte del conglomerado televisivo de la Generalitat de Catalunya, TV3, se ha convertido en los últimos años en una herramienta de propaganda al servicio del proceso secesionista.
Desde su nacimiento (en 1984 comenzó su programación) TV3 ha sido una televisión nacionalista. Con la excusa de garantizar la supervivencia de la lengua catalana Jordi Pujol creó una maquinaria al servicio de lo que llamó “construcción nacional”. Un poderoso medio de comunicación muy útil para crear una cosmovisión al dictado de CiU y, en parte, de ERC.
Buena parte del imaginario del nacionalismo catalán se ha creado desde los estudios centrales de TV3, en la localidad barcelonesa de Sant Joan Despí y desde las sedes de las productoras privadas amigas de la causa. Si lo que los que los pancatalanistas llaman “Países Catalanes” gozan de cierta aceptación por el gran público se debe, en buena medida, a que el mapa del tiempo de TV3 lo recoge. Valencia, las Baleares y la parte de Aragón limítrofe con Cataluña son tierras “catalanas” para los espectadores de TV3, como si hubieran sido “conquistadas”.
Durante décadas millones de espectadores han visto en la pequeña pantalla de la televisión catalana más importante, tanto en medios económicos y humanos como a nivel de audiencia, un mapa de una ensoñación, los Países Catalanes, como si fuera una realidad. De ahí el gran interés y el esfuerzo por parte del nacionalismo gobernante en Cataluña en que TV3 se pudiera sintonizar en la Comunidad Valenciana y en las Islas Baleares. Por no hablar de Andorra y la franja fronteriza con Aragón.
Hasta la eclosión del proceso secesionista, aun siendo una televisión hecha desde una visión convergente de la sociedad y la política, intentaba guardar las formas. Nacionalismo de hierro en guante de seda. Pero desde que Artur Mas decidió en 2012 que había que romper España para tapar la corrupción de su partido y los recortes en políticas sociales, TV3 se convirtió en pura agitación y propaganda. Sus responsables se quitaron la careta y dejaron de disimular. Y fueron a por todas.
Desde la pantalla de esta cadena se han creado las condiciones para que todas las grandes manifestaciones soberanistas fueran un éxito. Y lo han hecho con un entusiasmo y una dedicación que no se sabía si los convocantes eran la ANC y Òmnium Cultural o la propia TV3. Se ha dado voz a personajes irrelevantes cuyo único mérito era ser adictos a la causa separatista. Se ha insultado a líderes constitucionalistas. Se ha utilizado un lenguaje ajeno al periodismo y propio de la propaganda política. Se ha manipulado. Se ha caricaturizado y denigrado todo lo que oliera a “España”. Se ha degradado la imagen de las instituciones democráticas comunes a todos los españoles con un fervor cuasi religioso.
Porque TV3 ha dejado de ser una televisión. Esta cadena se ha convertido en el pastor que guía a las almas de sus feligreses hacia la verdadera fe, que es la que emana de los despachos de las sedes de los convergentes en sus numerosas mutaciones o de Esquerra Republicana.
De ahí que a pesar del descrédito que TV3 se ha ganado a pulso entre millones de catalanes, la parte de la población no independentista, haya aumentado su audiencia y se haya situado como la cadena líder en el 2018. De hecho, sus cifras se dispararon ese año, subiendo del 11,8% al 14% de cuota de pantalla. En el 2019 alcanzó el 14,6%.
Desde que comenzó el proceso secesionista TV3 ha pasado de ser la televisión de referencia de la mayoría de los catalanes, dado que gozaba de influencia en casi todos los estratos de población por ser el medio audiovisual catalán más importante, a ser un medio seguido básicamente por los catalanes independentistas. Ha dejado de ser la televisión aceptada por la mayoría de la sociedad para convertirse en la televisión de una causa política concreta.
¿Vale la pena pagar centenares de millones de euros de todos los catalanes para sostener TV3 y el resto de cadenas de la Generalitat cuando una parte importante de la sociedad considera que ya no es un servicio público, sino una herramienta al servicio de una causa política, la secesionista? La respuesta es “no“, pero lo seguiremos haciendo mientras los partidos independentistas sigan saqueando las arcas públicas.
Todas las televisiones públicas en España han tenido el estigma de las presiones gubernamentales, pero lo que ha hecho TV3 desde el 2012 va mucho más allá de vender las bondades de las políticas de un presidente u otro. Ha practicado una labor de ingeniería social para convencer a centenares de miles de catalanes que “España nos roba”, que “España es un país autoritario” y que “conviene implantar una República catalana que nos aleje de la caspa franquista española”.
Se han hecho entrevistas-masaje a líderes secesionistas mientras se ha rozado el mobbing periodístico en la entrevista que a finales de 2018 el director de TV3, Vicent Sanchis, hizo a la líder de la oposición, Inés Arrimadas (Cs). Se ha permitido que en los mensajes que mandan los telespectadores se insulte a los partidos no nacionalistas. Se ha manipulado en informativos sobre los motivos de la detención de una alcaldesa de la CUP. Se ha quemado un ejemplar de la Constitución. Se ha usado a los niños…
Actualmente no hay otro motivo para ver TV3 que ser secesionista, masoquista o amante de los deportes extremos. Y será así mientras ERC y JxCAT no pierdan unas elecciones. Es el único camino, y en el que debemos trabajar.
Sergio Fidalgo
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
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