Eduardo Mendoza es un gran escritor, no lo vamos a descubrir aquí, que alterna la literatura de calidad con algunos divertimentos, también muy bien escritos, pero que solo buscan entretener a los lectores para que pasen un buen rato. Este Mendoza más ‘cómico’ tiene una legión de fans, que aprecian obras como ‘El misterio de la cripta embrujada’ o ‘El laberinto de las aceitunas’.
‘Sin noticias de Gurb’, una obra sin apenas pretensiones que nació como una aventura por entregas que se publicó en el diario ‘El País’, sería, para mi gusto, la máxima expresión del Mendoza que busca, por encima de todo, divertir. De ahí que cogiera con mucha ilusión ‘Tres enigmas para la organización’ (Seix Barral), su último libro, que está encuadrado en esta colección del Mendoza satírico.
Y, aunque no está mal, y entretiene y te hace pasar el rato, me ha dejado a medias. Barcelona y su entorno vuelve a ser el telón de fondo de una obra que intenta ser disparatada, y que no lo es del todo. Tiene toques de humor muy convincentes, pero el conjunto adolece de más mala leche. Es como si Mendoza se hubiera calmado y hubiera pasado de un humor más corrosivo al de José Mota o Santiago Segura en sus películas con niños.
El resultado no es malo y divierte. Pero es como si el autor hubiera conocido tiempos mejores. Los personajes, que intentan ser tremendos, no lo son. La crítica social y política, que en otras obras es más intensa, en ‘Tres enigmas’ es bastante floja. Si se puede hablar, dentro de la majestuosidad de la obra de este autor, de un ‘Mendoza menor’, este lo es, sin ninguna duda.
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