Llevamos muchos años (demasiados) finiquitando nuestras vacaciones de verano con el anuncio apocalíptico de un “otoño caliente”.
Crisis económica, huelgas sindicales (y políticas) y… desde hace unos años, independentismo. Sin duda el otoño de 2017 fue caliente, y no solo eso, sino también agitado, febril y agotador. A ese otoño le siguieron un invierno y una primavera no menos tensos.
Y, de pronto, justo antes del auténtico calor (el de verdad, el del verano), llegó la moción de censura de Pedro Sánchez y de un PSOE de la mano de comunistas e independentistas, gracias también (no hay que olvidarlo) a las ansias de poder de Ciudadanos, y entonces el panorama político español pareció aliviarse, calmarse, refrescarse. No se lo crean.
Lo único que ha permitido la moción de censura ganada por un PSOE perdedor ha sido un grito desesperado hacia el árbitro: ¡tiempo muerto! Concedido. Además ha querido coincidir el cambio de Gobierno con el periodo estival donde, no nos engañemos, todo se vuelve menos urgente, menos importante, “esto ya para Septiembre” parece escucharse en los pasillos del Congreso de los Diputados y del Parlament.
Pero los tiempos muertos se acaban, y el partido continúa. Es entonces cuando la realidad vuelve a su curso para ir encendiendo un otoño caliente que, nuevamente, nos espera justo cuando nos quitemos los últimos restos de salitre de nuestra piel.
Pero este otoño será diferente. Este otoño el independentismo no tiene enfrente a un Gobierno de la Nación fuerte, decidido, constitucionalista y sin hipotecas como lo era el del Partido Popular. Esta vez tendrán enfrente a un Gobierno deudor, cómplice y autor de un asalto al poder sin escrúpulos. Tendrán enfrente a un PSOE, a un PSC y, sobretodo, a un Pedro Sánchez que nunca ha mostrado determinación por la España constitucional, soberana e íntegra.
Una nación discutida y discutible, decían. Y los independentistas, como es de esperar, se cobrarán su peaje, ellos que tanto claman contra los de las autopistas mientras paralelamente alargan concesiones!
En Terrassa, por desgracia, no nos espera un panorama muy distinto: tenemos un PSC que, para mantener su poder, pactó con CiU en 2015 (después CDC para, finalmente, llamarse PDeCAT y, en un futuro próximo, Crida Nacional per la República), rompió a finales de 2017 con ellos y se lanzó desesperado a los brazos de Terrassa En Comú (el Podemos autóctono) donde intentará resistir hasta final de mandato haciendo filigranas políticas permitiendo lazos amarillos en las calles, suciedad en los contenedores, atascos en las calles y sensación de incivismo e inseguridad en los vecinos.
Desde el PP de Terrassa seguiremos, incansables, trabajando por nuestra querida ciudad, por nuestra querida tierra, Cataluña, y por nuestra querida nación, España. ¡Feliz regreso vacacional!
Álex Rodríguez Ulloa, portavoz del PP de Terrassa
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