En estos momentos de zozobra en Cataluña el constitucionalismo ha de mantener la sangre fría. Aunque parezca que el Estado lleva las de ganar los secesionistas han demostrado demasiada habilidad y demasiada capacidad estratégica como para que nos confiemos.
Mientras el desafío a la legalidad perdure todos los que defendemos una Cataluña leal con el resto de España hemos de apoyar al Gobierno central. A veces no entenderemos qué hacen, ni el porqué, pero hemos de confiar, porque buscan lo mismo que nosotros, mantener la unidad del país.
Ya vendrán los tiempos, que esperemos sean muy cercanos, en qué podremos volver a la controversia política. Porque apoyar al Gobierno de España en estos momentos no significa dar soporte a la totalidad de sus políticas económicas y sociales. De lo que se trata de no mostrar fisuras frente a un adversario, el secesionismo, que busca destruir el país con un proyecto excluyente.
Frente a unos partidos, Junts pel Sí y la CUP, que niegan la condición de «pueblo catalán» a más de la mitad de la población solo queda la unidad del constitucionalismo para hacer frente a un peligro que podría dejar a millones de catalanes sin derechos civiles ni políticos. Eso no significa ni echarse al monte, ni preparar medidas radicales.
Al contrario, hemos de hacer como lo secesionistas, que han planificado cada movimiento de manera cuidadosa en los últimos cinco años. Hay que aprender de quienes hacen las cosas bien, y aunque han dispuesto de cantidades ingentes de dinero público sustraído a los servicios públicos esenciales, hay que reconocer que han sido eficaces.
Sus fines serán excluyentes y antidemocráticos, pero han demostrado qué tenían las cosas muy claras y qué sabía a dónde querían llegar. No hemos de pretender ganar la batalla de las ideas y de la reconquista de los corazones de los catalanes envenenados por el secesionismo de manera inmediata.
Tenemos trabajo para años. Mente fría, hacer las cosas con calma y bien y, a corto plazo, apoyo sin fisuras al Gobierno hasta que restaure la legalidad constitucional en Cataluña. Cualquier otra actitud nos podría llevar al desastre.
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