En Sarriá no éramos ni veinte mil socios. Tras su derribo, teóricamente íbamos a Montjuïc para desaparecer, era lo que muchos nos auguraban, sobre todo los que deseaban que dejáramos de “molestar” para que el reinado definitivo del “més que un club” fuera absoluto y la Cataluña futbolística se convirtiera en tierra sometida. Pero la historia se escribió de otra manera y en el exilio, en un estadio que no es nuestro, en el que nunca nos trataron bien gracias a la ceguera municipal y en el que nunca nos sentimos como en casa alcanzamos la cifra mágica de 30.000 socios.
Recuerdo cuando era presidente de la Penya Universitària Blanc-i-blava y a veces me quedaba con entradas en las manos cuando en el viejo Sarrià que tanto quisimos el club facilitaba localidades para llenar el campo y yo buscaba como loco gente que quisiera venir gratis al estadio a ver esos partidos agónicos en los que nos jugábamos la vida. En el Olímpico metimos a treinta mil personas que mucho o poco han estado dispuestas a pagar algo por tener un carné perico. Y esto es un hecho de gran trascendencia en nuestra historia, se rompieron barreras que generaciones anteriores de pericos jamás pensaron que se podrían atravesar.
En los primeros años del nuevo estadio de Corneprat superamos y mantuvimos cifras cercanas a esos mágicos 30.000 carnets. Y aún en los peores tiempos en el RCDE Stadium hemos sido muchos más que en la etapa añorada de Sarrià. Hemos conseguido construir entre todos un club moderno, la inmensa mayoría de pericos están orgullosos de serlo y presumen de su amor a los colores blanquiazules. Hace veinticinco años muchos callaban y llevaban su sentimiento blanquiazul en silencio.
Podemos llegar muy lejos. Sin el aliento de la grada hemos mantenido nuestra costumbre de subir el año siguiente tras descender. En Sarriá éramos menos de veinte mil. En el Olímpico bordeamos los 30.000. En Cornellà-Prat, un estadio nuestro en el que podemos hacer lo que más nos convenga, tenemos la oportunidad de dar el salto definitivo. Hemos roto el muro de cristal que nos convertía en un club sin futuro, hemos ilusionado a miles de catalanes y cada día hay más jóvenes en nuestra grada. Recordemos como hace solo un par de años llenamos el estadio contra la Real Sociedad y se vivía ilusión y pasión. Y conseguimos meternos en la Europa League en ese partido mágico. Solo hemos de creer que es posible y dejar de pelearnos entre nosotros. El potencial lo tenemos. El RCDE puede ser mucho más.
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