Empecé a escribir estas notas a punto de iniciarse la votación personalizada de la supresión del delito de sedición del Código Penal de España. Más de doscientos personajes se hicieron, minutos después, cómplices de los golpistas. Aceptan como colegas a los delincuentes y corruptos que gobiernan en Cataluña desde hace decenios. De todo ello quedó constancia grabada por los servicios del propio parlamento. Incluidos sus aplausos alborozados (a partir de 5 h 53 m 00 s).
En los años que viva, guardaré el enlace a este documento audiovisual. Hago lo mismo con otros que me han afectado. Alguno, en terrible medida, a muchos más. Tengo los básicos de consulta sobre las víctimas de ETA y sus asesinos, por ejemplo. Es una suerte de ritual de memoria y su defensa sobre situaciones que, constantemente entiendo, se nos invita a olvidar.
Estamos acostumbrados a cierto análisis de la situación política y social con extremada simplicidad, en las conversaciones “de café”, digamos. Tomamos partido sobre situaciones cotidianas que nos preocupan y que nos afectan y sobre ellas opinamos con la carga de nuestro criterio y la influencia de la información recibida.
Ahora se nos agolpan cantidad de temas, lo de la ley del “sí es sí”, la eliminación del delito de sedición, el impuesto a las “fortunas”, el control de las eléctricas, la deuda disparada, la inflación, la Guardia Civil saliendo de Navarra, los desgraciados indultos a los golpistas de Cataluña y los que preparan para responsables máximos de los ERE del PSOE en Andalucía; los insultos a los jueces, las procacidades de los rebeldes irredentos catalanes, los exabruptos del bilduetarra Otegui, los homenajes a asesinos vascos, la persecución del español por la Generalidad de Cataluña y el mimetismo idiota en Baleares y Valencia…
Cada cosa amortigua el impacto de la otra y, en general, resta importancia y posibilidad de conocer bien sus causas y efectos excepto uno y primordial: el sentimiento de cabreo e indefensión que parece ya generalizado. Y miramos a quién en definitiva es el responsable máximo y lo es el primer ministro, el presidente Pedro Sánchez. Y entonces muchos pensamos en lo ruin que una persona puede llegar a ser para, mintiendo siempre, mantenerse imperturbable ante los problemas diarios que afectan a la ciudadanía.
¿Y si nos estamos equivocando? ¿Y si realmente estamos valorando como estratega, de miserables intenciones y aviesas voluntades, a un ser absolutamente desprovisto de capacidad para ello? No parece razonable, a la vista de la situación, pensar en una estrategia bien armada y llevada a cabo con precisión y disciplina durante unos años.
Si ponemos atención en lo que ha ocurrido durante el mandato del PSOE/Podemos, la coalición socialcomunista, estos años, parece más una conjunción de acciones improvisadas que una línea de actuaciones ordenadas, eso sí, siempre con el objetivo común y finalista de agredir, laminar y debilitar el Estado de Derecho.
Incluso, a veces, parece que sus acciones los hacen más vulnerables, lo que es el colmo de la estupidez. Sánchez es sin duda quien capitanea este desorden que, con apariencia de gobernanza, sufrimos y que si no se pone remedio a tiempo, se incrementará más gravemente, seguro.
Sánchez no tiene nada, nada en lo que podamos fijarnos para conocer sus ideas, nada de lo que dice resulta interesante, nada parece pensado por él. Todo es incoherencia. Hoy dice algo y mañana lo niega y lo peor, lo niega diciendo que antes ya lo había dicho. Modifica la realidad a su antojo. Tenemos muchas pruebas de que hace lo que le dicen o proponen los enemigos de la democracia española, gente como él.
Hoy, los golpistas catalanes; mañana los benefactores del testamento de ETA y, en medio, una nueva transacción antidemocrática y anticonstitucional de la mano de sus socios de gobierno, sin olvidar los despidos fulminantes de quienes horas antes decía colaboradores esenciales.
Sánchez no decide nada en dirección y proyecto de desarrollo de la Nación Constitucional. Todo lo contrario. Hace en cada momento lo que mejor le parece para ayudarle a seguir, él y los muy suyos, a mantenerse, siempre, por encima de cualquier circunstancia. Cada vez es más una caricatura de un ser sin personalidad alguna, la negación de un líder que solo parece vivir para hacer mohines en el espejo, ensayando sus gestos públicos para engañarnos, como si las críticas no le afectasen, como si fuera el gran dominador, y poder seguir escondiendo su única preocupación, mantener poder, dineros y solucionarse la vida futura haciendo cualquier cosa que no precise inteligencia solidaria, democrática, positiva, y sí mero oportunismo sin ningún atisbo de dignidad.
Por eso se agarra a ese cargo internacional de “relumbrón”: la presidencia de la muy decaída Internacional Socialista, cuando los grandes ya la abandonaron, por ineficaz, pero fundamentalmente por la desaparición de la mayoría de partidos socialistas. Los que antes se fueron a la total debacle, como él ha llevado al suyo.
No parece normal esperar de él alguna propuesta de interés. No cabe esperar más que su amarre a cualquier bandera coyuntural, esas que ondean las neoizquierdas como si fueran muestras de progresismo, sin atisbo de inteligencia, sujetándose a cualquier ismo que les dé fuelle para su continuidad y parasitaria supervivencia.
Nada creativo, nada apasionante, nada generoso se puede esperar de quien no es nada; solo egoísmo e inmensa torpeza y miseria y aceptación de sumisión y sevicias sin límite, como vemos todos los días. Ahora, uno se sorprende cuando en cualquier debate, ante cualquier pregunta sobre algo sensato, al oír su respuesta, no atrone una enorme carcajada en el parlamento. No se me ocurre respuesta más cabal a las bobadas que dice, con ese tono de gañan autosuficiente.
La carcajada es la respuesta inmediata; la siguiente trabajar, en los partidos, grupos y personas para, desde cada espacio propio, abogar para que acabe esta terrible pesadilla por la urgente sensatez. Y apelar a las ansiadas urnas, que nos devuelvan a una España Constitucional, libre de traiciones, cobardías y horrísonas y perversas leyes, estimuladas e impulsadas por este impresentable.
José Luis Vergara, noviembre 2022
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