Si la grada blanquiazul repite año tras año “con salvarnos tenemos suficiente”, “firmo no pasar apuros”, “me conformo si ganamos un derby, sobre todo el de casa, y garantizamos la permanencia un par de jornadas antes del final” y “sólo pido no sufrir”, al final los jugadores y el cuerpo técnico toman nota y luchan lo justo para seguir en Primera División.
No se trata de vender humo, ni de soñar con triunfos imposibles, ni de estirar más el brazo que la manga. Se trata de tener claro que por presupuesto y número de aficionados hemos de jugar en Europa de cada diez temporadas, tres o cuatro. Y jugar una final cada ocho o nueve años. Mi generación perica no se puede quejar, porque durante el mandato de Daniel Sánchez Llibre hemos podido ir a tres finales, y hemos ganado dos, la de Valencia y la del Bernabéu. Pero entre 1958 y el 2000 sólo jugamos una, la que perdimos en Leverkusen. Y nada nos asegura que en el futuro no podamos repetir esta racha negativa si no hacemos bien las cosas.
Si no creemos en nuestras posibilidades, no iremos a ningún sitio. Hemos de saber “vendernos” mejor. Somos un club con historia, con una masa social amplia y fiel, con un potencial de crecimiento notable y estamos dejando atrás la terrible crisis económica que hemos vivido en los últimos años gracias a una política de ajuste financiero y al crédito sindicado.
El “somos el Espanyol” no ha de significar “nos hemos de conformar con poco, porque somos modestos”, ha de ser sinónimo de “somos ambiciosos, a veces saldrán las cosas bien, y otras no, pero vamos a por todas”. Si un jugador o un técnico no lo tiene claro, lo mejor que puede hacer es coger las maletas e irse a su casa.
El problema lo tenemos en casa, algunos jugadores nuestros no conocen nuestra historia ni lo que representa el Espanyol dentro del fútbol español. Somos uno de los equipos fundadores de la Liga, y un perico, Pitus Prat, marcó el primer gol de esta competición. De los setenta y siete campeonatos disputados, hemos estado en la máxima categoría en setenta y tres. Hemos jugado dos finales europeas, tenemos cuatro Copas del Rey y hemos jugado otras cinco finales.
¿Alguien se ha molestado en dar un “cursillo” – y no un par de charlitas y basta – a los recién fichados para el primer equipo sobre todo lo que significa nuestro club? ¿Verdad que muchas multinacionales explican en seminarios a los nuevos empleados la filosofía de la empresa? ¿Lo hacemos nosotros? ¿Intentamos insuflar en los corazones de nuestros jugadores que representan a una afición que necesita alegrías, pero que es combativa y fiel? ¿O simplemente los compañeros de vestuario les dicen aquello de “aquí se cobra bien, y no te piden mucho, salvo no bajar” y con eso se quedan? Porque esta es la sensación que tenemos algunos pericos, que cuando se consiguen los famosos 42 puntos que teóricamente garantizan la permanencia levantan el pie del acelerador.
Está claro que los futbolistas son mercenarios, y que se mueven por la cuantía de sus contratos. Pero aunque se acaben yendo, me gustaría que mientras estuvieran con nosotros quisieran a este club y lo dieran todo por él porque ven que hay un proyecto deportivo serio que tiene unas fuertes raíces en el pasado. Tenemos tradición, y eso en el fútbol no es algo baladí. Lo hemos de aprovechar. ¿Lo hacemos? ¿Lo haremos en el futuro? ¿Tienen claro nuestros jugadores que ellos nunca caminarán solos? ¿Les enseñamos a que tengan cariño a algo más que a la nómina que cobran cada mes?
(Foto: www.rcdespanyol.es)
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