Mi amigo Sergio Fidalgo me pide que rememore las sesiones Parlamentarias de infausto recuerdo del 6 y 7 de septiembre del pasado año, en tanto que protagonista directo de las mismas en mi calidad de portavoz parlamentario del PPC.
Más que recapitular lo allí acontecido, y dado que todo el mundo recuerda perfectamente el atropello que el separatismo perpetró a las más elementales normas de la democracia, me gustaría compartir con los lectores de elCatalán.es las que considero lecciones que podemos extraer de todo aquello.
La primera y fundamental es que el separatismo es un movimiento y como su propio nombre indica se mueve y no para, salvo que les pares. Parece una perogrullada, pero no lo es. Durante meses tuvimos que escuchar decir a listillos del sistema que nunca se atreverían, que aquello con cuatro trenes y un poquito de financiación se arreglaba. Que los que decíamos que sí lo harían éramos unos pájaros de mal agüero y nuestro discurso incómodo en los cócteles barceloneses y madrileños, especialistas en el autoengaño, ese que confunde la realidad y la amolda a la propia comodidad, ocultando lo evidente para no tener que afrontar cara a cara el problema.
Se atrevieron, vaya si se atrevieron, y el Estado de Derecho tuvo que emplearse a fondo para parar un golpe de Estado postmoderno de violencia difusa y no convencional. Porque enviar a las masas a acosar a funcionarios y destruir furgonetas es violencia. Porque impedir físicamente a la policía cumplir resoluciones judiciales es violencia. Pues bien, aprendamos la lección y entendamos que, aunque el movimiento esté deteriorado, que lo está, seguirá moviéndose salvo que lo paremos. Repito, salvo que lo paremos.
La segunda lección es la importancia de la unidad constitucionalista y la búsqueda de complicidades incluso en sectores no estrictamente constitucionalistas, por mucho que a veces nos irriten sus posturas. Que el discurso de Coscubiela aquel día no se diferenciara en lo esencial demasiado del mío, fue algo histórico y fundamental. Poca gente ha atacado con más dureza a mi partido que Rabell y Coscubiela, pero para la batalla por la democracia les necesitamos.
Y lo mismo podemos decir del PSC. Su postura aquellos días fue impecable, y contrasta dramáticamente con la que mantienen últimamente. Vuelven a marginar al 53% de los catalanes no separatistas y prefieren a Torra como interlocutor, como si aquí no hubiera pasado nada. Pues bien, tenemos que profundizar en nuestras relaciones con aquellos sectores de la izquierda catalana que aún creen en la democracia y en el respeto a las normas elementales de convivencia. Son centenares de miles, y aunque sus dirigentes no siempre estén a la altura, son imprescindibles, algo que se demuestra en la especial virulencia con la que el separatismo les llama «botiflers».
La tercera y última lección del 6 y 7 de septiembre es que el separatismo está dispuesto a todo. Aquellas jornadas lo demostraron. Lo suyo es la imposición al precio que sea. Tendremos que afrontar el futuro con la misma actitud con la que ganamos aquellos plenos. Porque los perdimos en las votaciones, pero los ganamos ante la opinión pública.
El golpe de Estado ha fracasado, pero no ha sido totalmente desarticulado. Ahora va a centrarse en buscar un conflicto civil que convierta en irrespirable el ambiente antes de dar un nuevo golpe. Les combatiremos democráticamente con unidad, paciencia y firmeza democrática. Si es necesario «hasta que se congele el infierno».
Alejandro Fernández es portavoz del PP en el Parlament de Cataluña
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